domingo, 1 de enero de 2012

La herencia de la modernidad en los procesos sociales contemporáneos de La Oroya y su repercusión en la vida estudiantil


Geraldo Flores Suárez (discurso dado en representación de la promotoría de la I.E.P. "San Gaspar" de La Oroya y leído en la ceremonia de egreso de la promoción 'Karol Wojtyla'- 2011) 

Quería comenzar esta breve alocución o intervención citando el párrafo con el que Marshall Berman inicia un libro que describe la experiencia de la modernidad a través de la filosofía y la literatura. La cita es la siguiente:

Hay una forma de experiencia vital ―la experiencia del tiempo y del espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y de los peligros de la vida― que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamaré a ese conjunto de experiencias la «modernidad». Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Las experiencias y los entornos modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y de la nacionalidad, de la religión y de la ideología: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, «todo lo sólido se desvanece en el aire». (Berman, 1) [1]

Este fragmento nos muestra la experiencia de la modernidad y del continuo cambio. En esa medida, es una reflexión sobre la constante búsqueda de respuestas de los individuos en una sociedad condicionada por lo inconstante. Encontrar esas respuestas, esos caminos, no era tarea sencilla en el mundo moderno y tampoco lo es en el contemporáneo o posmoderno, como algunos lo llaman. Somos producto de una humanidad que se ha encontrado ante dudas, que ha visto como todo aquello que consideraba estable, “sólido”, ha ido desapareciendo y ha dado paso a nuevas formas de vida, nuevas creencias, nuevas perspectivas. En sus clases sobre filosofía, historia, geopolítica, economía, literatura, etc. deben haber sido testigos del impacto que ocasionaron en el mundo del individuo moderno el predominio de la razón por sobre otras creencias y las consecuencias generadas por el auge de una producción industrial sistematizada y acumulativa. Estas características del mundo occidental de fines del siglo XIX se han mantenido vigentes hasta la actualidad con ciertas reconsideraciones. Son estos mismos rasgos los que están vinculados con la ciudad en la que ustedes y yo hemos vivido, en la que hemos estudiado, trabajado, enseñado, soñado, etc. La Oroya forma parte de ese mundo en constante cambio, en constante movimiento.

Han sido mucho los cambios socioeconómicos que ha atravesado la ciudad de La Oroya, pero tal vez uno de los que mayor impacto ha causado ha sido el proceso de privatización de Centromin Perú. Este proceso implicó una modificación estructural de la ciudad, debido a las cambios administrativos realizados para preparar a la empresa estatal para su venta. De esta manera, fuimos testigos de ceses colectivos o retiros voluntarios de trabajadores que generaron que familias enteras emigren hacia otras ciudades para conseguir otros medios de sustento. Del mismo modo, vimos cómo iban siendo demolidos campamentos que habían sido parte de la historia personal de muchos de los pobladores de la ciudad. Asimismo, nos vimos obligados a atendernos en otros centros de atención de la salud, ya que los de la empresa fueron desactivados o se disminuyó su capacidad de cobertura. A su vez, una parte de los estudiantes escolares pasó a estudiar en espacios educativos bajo administración del Ministerio de Educación luego de varios años de haber formado parte del sistema fiscalizado de Centromin Perú. Esto implicó, además del cambio de administración de estos centros educativos, el cierre de algunos otros. Algunos estudiantes vimos cómo el lugar en el que habíamos adquirido tantos conocimientos, al que habíamos aprendido a querer y al que volvíamos después de cada vacación, de pronto, cerraba sus puertas y se convertía en el ejemplo perfecto de la vorágine de los cambios de la modernidad, en la aplicación concreta de lo sólido desvanecido en aire. En mi experiencia personal, esta transformación del colegio en el que comencé a formarme y que hoy no existe más me significa aún un recuerdo nostálgico de un lugar que hoy solo existe en los recuerdos de la infancia, pero que es, al mismo tiempo, una huella formativa indeleble.

A ustedes, flamantes egresados de secundaria, les ha tocado también vivir tiempos difíciles durante la escolaridad. Han sido testigos, durante casi toda su etapa formativa, de tensiones socioeconómicas que se han presentado en esta ciudad. Han visto renacer el temor por lo que podría pasarle a La Oroya si las plantas metalúrgicas dejaran de funcionar definitivamente. Han vivido las preocupaciones generadas por este temor y han tenido que lidiar con eso desde la perspectiva del que todavía no tiene la edad suficiente para la búsqueda de soluciones por sí mismo. Lidiar con esa preocupación y esa tensión es difícil y, al mismo tiempo, es aleccionador, porque nos enseña a valorar lo poco que puedan obtener los que se encargan de nuestra formación; nos enseña a entender los sacrificios que tienen que afrontar para que, como estudiantes, podamos cumplir con nuestras expectativas.

Ustedes ya están recorriendo un camino que ha supuesto alegrías, esfuerzo, constancia, deseos de aprender, pero también algunas desazones, preocupaciones y estrés. Al igual que la sociedad, ustedes también han atravesado cambios y han vivido situaciones conflictivas. Este recorrido por la vida siempre los va a retar, los va a enfrentar a situaciones de presión. Sin embargo, en ese camino no van a estar solos. Nuestra vida de estudiantes queda marcada por la labor de cada uno de aquellos que intervinieron en la construcción de nuestro saber académico y de nuestra personalidad, Cada problema o inconveniente los hará pensar en soluciones que tienen mucho que ver con las respuestas que en algún momento nos brindaron nuestros profesores. Frente a esa situación conflictiva, validarán esas soluciones, las entenderán y, también, a veces, las cuestionarán. Eso no es negativo, porque su formación no acaba hoy. Su formación como ciudadanos, como personas comprometidas con ideales que pueden transformar las injusticias sociales, va a continuar.

El paso siguiente es la continuación de la formación académica. Estamos acostumbrados a pensar que es la universidad el camino ideal para todos, pero no necesariamente esto es así. El mundo académico no debe hacernos perder de vista que existe un mundo artístico o uno deportivo. Deben darse el trabajo de explorar aquello que les interese y que los comprometa con un esfuerzo constante. No es sencilla la tarea del compromiso, pues, así como deben sentirse en la libertad de optar por un camino que los haga sentir realizados con lo que hacen, también deben asumir los sacrificios que esto va costar. No es constructivo rendirse en los primeros intentos no logrados, tampoco es necesario empecinarse en una opción que parezca inalcanzable. Lo que es necesario es encontrar el camino con cuatro herramientas clave: interés, constancia, sencillez para aceptar los propios límites y esfuerzo.

Marshall Berman, el autor de la cita inicial, usó la frase “todo lo sólido se desvanece en el aire” para titular su libro y explicar así la experiencia de lo inconstante en la modernidad. Contra lo que pudiera pensarse no es una frase trágica; solo nos indica que el cambio está presente en todas nuestras vidas, que atravesamos situaciones que nos cuestionan. Sin embargo, también debemos tomar en cuenta que hay una huella formativa indeleble que heredamos de nuestros padres y de nuestra etapa escolar. Es esa huella la que vivirá en ustedes a partir de ahora, los acompañará a lo largo de su vida. Y si bien lo sólido, lo construido, se puede desvanecer, siempre se puede volver a construir con las herramientas que sus padres y este colegio les han brindado.
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[1]Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Buenos Aires: Siglo XXI, p. 1.