jueves, 20 de agosto de 2015

Una visión de las primarias en el Frente Amplio a partir de la postulación de Verónika Mendoza

Geraldo Flores Suárez
(Publicado en https://escaramuzas.lamula.pe/2015/08/21/una-vision-de-las-primarias-en-el-frente-amplio-a-partir-de-la-postulacion-de-veronika-mendoza/floresgeraldo/)



La precandidatura de Verónika Mendoza ha generado una repercusión considerable en las redes sociales, que es adonde ha enfocado su primer mensaje como precandidata. Para el Frente Amplio (FA), el anuncio de la congresista nacida en Andahuaylillas, región Cuzco, parece haber sido una herramienta de visibilización y de difusión. En ese sentido, el FA podría haber establecido una “cabeza de puente” respecto del proceso de primarias que se van a realizar el 4 de octubre, proceso en el que Mendoza es una de los cuatro precandidatos, entre los que se encuentran Marco Arana, Martín Guerra y Luis Salgado. Por otro lado, en el ajedrez que han estado jugando las coaliciones de izquierda desde hace algunos meses, este “movimiento” resulta interesante porque parece haber llegado a sectores que no estaban muy enterados de en qué andaba la izquierda para las elecciones de 2016.


Laura Arroyo, en un interesanteartículo publicado hace unos días, analizaba los retos que le esperan a Verónika Mendoza en una eventual candidatura presidencial. En ese mismo texto, Arroyo coincidía con Steve Levitsky en el hecho de que las primarias no parecerían ser necesariamente un elemento de fortalecimiento democrático más allá del plano interno del FA. No obstante, esas primarias constituyen un sello de identidad; es un gesto político hacia adentro y también hacia fuera, porque constituyen un espacio de participación política ciudadana que no es común en el medio peruano. Puede ser un rasgo que, bien administrado y publicitado, puede constituir un capital social respecto de esa intelectualidad peruana que terminó apoyando a Ollanta Humala en el proceso de 2011. Ahora bien, el apoyo de ese grupo no pesa por el número de votantes que arrastra sino porque puede ayudar en la articulación de un programa que responda técnicamente a las necesidades del país.

Del mismo modo, las primarias pueden constituir un factor que atraiga a un grupo formado por gente joven que desconfía de la política pero que comulga con ideales progresistas. En ese sentido, sería necesario que una eventual candidatura de Mendoza sintonice con ese grupo poblacional por dos motivos: la necesidad de activistas estratégicos u operadores políticos que puedan responder asertivamente en distintos escenarios (el espacio público, el periodístico y el virtual) y el establecimiento de un puente con personas que estén interesadas o puedan interesarse en realizar una carrera política. Ese interés puede ser la motivación para un compromiso con la campaña y, sobre todo, con el grupo, porque es necesario mirar más allá del resultado. En un eventual gobierno fujimorista o alanista (cruzo los dedos), se hace necesario un grupo político opositor eficaz que esté presente en el Parlamento y en las calles. Desde el gobierno toledista, nos hemos encontrado con oposiciones que estaban desarticuladas, que figuraban por escándalos o que no sabían responder con criterio a medidas cuestionables. Eso no debería ocurrir en un mundo posible de esa naturaleza.

Las marchas generadas en el contexto de la ley “pulpín” evidencian, por ejemplo, que existe un grupo juvenil que puede intervenir en el espacio político pero que no ha sido convocado adecuadamente o que, incluso, desconfía de la política como tradicionalmente se la ha concebido. Tomando en cuenta que las marchas que menciono fueron generadas en un contexto autorreferencial, es decir, en una situación en la que las medidas afectaban directamente a esos jóvenes, la estrategia puede orientarse a comunicar a ese grupo que la participación política le puede resultar beneficiosa, porque les permite acceder a los espacios en los que se toman las decisiones que los afectan directamente. Esto se puede hacer sin olvidar que, en paralelo, se debe fomentar en ese grupo el servicio desinteresado hacia el otro. Esta formación es posible debido a que la política puede convertirse en un espacio de aprendizaje. En ese sentido, realizar primarias en un contexto como el actual puede resultar poco efectivo en este momento, en la situación que vivimos, pero puede convertirse en un elemento de referencia que puede ser señalado como una bandera de cohesión partidaria y/o gremial en el futuro cercano y en el lejano.

Por otro lado, Sebastián Ortiz, en el diario El Comercio, se pregunta si una eventual candidatura de Verónika Mendoza puede unir a la izquierda. Esa es una interrogante cuya resolución es incierta. Ortiz informa que Eduardo Dargent, profesor de Ciencia Política de la PUCP, opina que el candidato que obtenga mayor aprobación en las encuestas terminará subordinando al resto. Es una situación que resulta bastante probable. En las próximas semanas, el papel que desempeñe Únete por Otra Democracia, la otra coalición de izquierda, puede influir en el poder de acción con el que se realice una posible negociación. En el artículo de Ortiz, se informa de dos guiños políticos frente a una eventual candidatura de Mendoza que cuente con bastante apoyo: una proviene de Yehude Simon y otra de Sergio Tejada. Eso resulta significativo, porque, más allá de lo que ha generado la precandidatura de Verónika Mendoza, existe la intención de tender puentes.

Si eso se consolidara, es decir, si la izquierda se decide por una eventual candidatura conjunta, debe aprender a manejarse con prudencia y paciencia. Por un lado, tendría que asumir que comenzaría con un apoyo reducido en comparación de otros candidatos y que eso obliga a fijar de antemano estrategias efectivas para solucionar posibles discrepancias en campaña y en un eventual gobierno. Las puyas y altercados son lo primero que va a buscar la prensa interesada en cuestionar a un posible candidato o candidata de izquierda que obtenga un buen porcentaje de apoyo. Por otro lado, es necesario que se asuma que, en el grupo poblacional mayor de 30 años, todavía causa algún temor todo lo vinculado con la izquierda. Eso obliga a trabajar con cuidado y con mucho tino la visión de país que se pretende lograr y que el discurso utilizado sea fresco, innovador, dialogante, en suma, empático. No tenemos que convencernos a nosotros mismos, sea donde sea que estemos ubicados en el espectro de lo que se denomina izquierda, sino que se trata de convencer a aquellos que se sientan cercanos a un ideal de país cercano al nuestro. La tarea “desde el lado del corazón” ha comenzado. 

domingo, 1 de enero de 2012

La herencia de la modernidad en los procesos sociales contemporáneos de La Oroya y su repercusión en la vida estudiantil


Geraldo Flores Suárez (discurso dado en representación de la promotoría de la I.E.P. "San Gaspar" de La Oroya y leído en la ceremonia de egreso de la promoción 'Karol Wojtyla'- 2011) 

Quería comenzar esta breve alocución o intervención citando el párrafo con el que Marshall Berman inicia un libro que describe la experiencia de la modernidad a través de la filosofía y la literatura. La cita es la siguiente:

Hay una forma de experiencia vital ―la experiencia del tiempo y del espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y de los peligros de la vida― que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamaré a ese conjunto de experiencias la «modernidad». Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Las experiencias y los entornos modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y de la nacionalidad, de la religión y de la ideología: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, «todo lo sólido se desvanece en el aire». (Berman, 1) [1]

Este fragmento nos muestra la experiencia de la modernidad y del continuo cambio. En esa medida, es una reflexión sobre la constante búsqueda de respuestas de los individuos en una sociedad condicionada por lo inconstante. Encontrar esas respuestas, esos caminos, no era tarea sencilla en el mundo moderno y tampoco lo es en el contemporáneo o posmoderno, como algunos lo llaman. Somos producto de una humanidad que se ha encontrado ante dudas, que ha visto como todo aquello que consideraba estable, “sólido”, ha ido desapareciendo y ha dado paso a nuevas formas de vida, nuevas creencias, nuevas perspectivas. En sus clases sobre filosofía, historia, geopolítica, economía, literatura, etc. deben haber sido testigos del impacto que ocasionaron en el mundo del individuo moderno el predominio de la razón por sobre otras creencias y las consecuencias generadas por el auge de una producción industrial sistematizada y acumulativa. Estas características del mundo occidental de fines del siglo XIX se han mantenido vigentes hasta la actualidad con ciertas reconsideraciones. Son estos mismos rasgos los que están vinculados con la ciudad en la que ustedes y yo hemos vivido, en la que hemos estudiado, trabajado, enseñado, soñado, etc. La Oroya forma parte de ese mundo en constante cambio, en constante movimiento.

Han sido mucho los cambios socioeconómicos que ha atravesado la ciudad de La Oroya, pero tal vez uno de los que mayor impacto ha causado ha sido el proceso de privatización de Centromin Perú. Este proceso implicó una modificación estructural de la ciudad, debido a las cambios administrativos realizados para preparar a la empresa estatal para su venta. De esta manera, fuimos testigos de ceses colectivos o retiros voluntarios de trabajadores que generaron que familias enteras emigren hacia otras ciudades para conseguir otros medios de sustento. Del mismo modo, vimos cómo iban siendo demolidos campamentos que habían sido parte de la historia personal de muchos de los pobladores de la ciudad. Asimismo, nos vimos obligados a atendernos en otros centros de atención de la salud, ya que los de la empresa fueron desactivados o se disminuyó su capacidad de cobertura. A su vez, una parte de los estudiantes escolares pasó a estudiar en espacios educativos bajo administración del Ministerio de Educación luego de varios años de haber formado parte del sistema fiscalizado de Centromin Perú. Esto implicó, además del cambio de administración de estos centros educativos, el cierre de algunos otros. Algunos estudiantes vimos cómo el lugar en el que habíamos adquirido tantos conocimientos, al que habíamos aprendido a querer y al que volvíamos después de cada vacación, de pronto, cerraba sus puertas y se convertía en el ejemplo perfecto de la vorágine de los cambios de la modernidad, en la aplicación concreta de lo sólido desvanecido en aire. En mi experiencia personal, esta transformación del colegio en el que comencé a formarme y que hoy no existe más me significa aún un recuerdo nostálgico de un lugar que hoy solo existe en los recuerdos de la infancia, pero que es, al mismo tiempo, una huella formativa indeleble.

A ustedes, flamantes egresados de secundaria, les ha tocado también vivir tiempos difíciles durante la escolaridad. Han sido testigos, durante casi toda su etapa formativa, de tensiones socioeconómicas que se han presentado en esta ciudad. Han visto renacer el temor por lo que podría pasarle a La Oroya si las plantas metalúrgicas dejaran de funcionar definitivamente. Han vivido las preocupaciones generadas por este temor y han tenido que lidiar con eso desde la perspectiva del que todavía no tiene la edad suficiente para la búsqueda de soluciones por sí mismo. Lidiar con esa preocupación y esa tensión es difícil y, al mismo tiempo, es aleccionador, porque nos enseña a valorar lo poco que puedan obtener los que se encargan de nuestra formación; nos enseña a entender los sacrificios que tienen que afrontar para que, como estudiantes, podamos cumplir con nuestras expectativas.

Ustedes ya están recorriendo un camino que ha supuesto alegrías, esfuerzo, constancia, deseos de aprender, pero también algunas desazones, preocupaciones y estrés. Al igual que la sociedad, ustedes también han atravesado cambios y han vivido situaciones conflictivas. Este recorrido por la vida siempre los va a retar, los va a enfrentar a situaciones de presión. Sin embargo, en ese camino no van a estar solos. Nuestra vida de estudiantes queda marcada por la labor de cada uno de aquellos que intervinieron en la construcción de nuestro saber académico y de nuestra personalidad, Cada problema o inconveniente los hará pensar en soluciones que tienen mucho que ver con las respuestas que en algún momento nos brindaron nuestros profesores. Frente a esa situación conflictiva, validarán esas soluciones, las entenderán y, también, a veces, las cuestionarán. Eso no es negativo, porque su formación no acaba hoy. Su formación como ciudadanos, como personas comprometidas con ideales que pueden transformar las injusticias sociales, va a continuar.

El paso siguiente es la continuación de la formación académica. Estamos acostumbrados a pensar que es la universidad el camino ideal para todos, pero no necesariamente esto es así. El mundo académico no debe hacernos perder de vista que existe un mundo artístico o uno deportivo. Deben darse el trabajo de explorar aquello que les interese y que los comprometa con un esfuerzo constante. No es sencilla la tarea del compromiso, pues, así como deben sentirse en la libertad de optar por un camino que los haga sentir realizados con lo que hacen, también deben asumir los sacrificios que esto va costar. No es constructivo rendirse en los primeros intentos no logrados, tampoco es necesario empecinarse en una opción que parezca inalcanzable. Lo que es necesario es encontrar el camino con cuatro herramientas clave: interés, constancia, sencillez para aceptar los propios límites y esfuerzo.

Marshall Berman, el autor de la cita inicial, usó la frase “todo lo sólido se desvanece en el aire” para titular su libro y explicar así la experiencia de lo inconstante en la modernidad. Contra lo que pudiera pensarse no es una frase trágica; solo nos indica que el cambio está presente en todas nuestras vidas, que atravesamos situaciones que nos cuestionan. Sin embargo, también debemos tomar en cuenta que hay una huella formativa indeleble que heredamos de nuestros padres y de nuestra etapa escolar. Es esa huella la que vivirá en ustedes a partir de ahora, los acompañará a lo largo de su vida. Y si bien lo sólido, lo construido, se puede desvanecer, siempre se puede volver a construir con las herramientas que sus padres y este colegio les han brindado.
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[1]Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Buenos Aires: Siglo XXI, p. 1.

martes, 4 de mayo de 2010

Vapor






sábado, 5 de diciembre de 2009

Nota metafórica 2

Mientras que
el viento baja por una falda
llena de luces motorizadas y veredas vacías
una casualidad, casi, sugirió la posibilidad, pues la sensación de una
contemplación silente se ha roto, ya no es más la ilusión etérea de anteriores días.


Una luz fluorescente alumbra tu mirada;
la paz intranquila del que espera la guerra
aflora en las miradas en un lugar rodeado
de un par de notas musicales sorpresivas.

Lento, me asomo al sonreír de la ventana;
miro el azoramiento de la confundida luna;
solo ella refleja la extraña y cruel sensación
de la necesidad de las palabras en un gesto.

Ruidos de afuera, luces y una voz foránea
se mezclan en el sobrio espacio rectangular
que alberga la constante e inocente sonrisa
de la mirada soñadora del genial remanso.

Cuando ya esa voz indique lo ya inevitable,
el descenso terminará en la sutil ausencia;
el trasponer la puerta marcará este final y
mostrará otra puerta a una o dos palabras.


En la calle, todo seguirá su curso ...

viernes, 24 de julio de 2009

El examen USE - Centromín Perú

Una mañana fría del año 1996, tomé los dos lapiceros, los dos lápices, el borrador y el tajador que tan cuidadosamente había preparado el día anterior. No llevaba cosas (sin mochila para ser más específicos); era un alivio no tener que cargar con la pesada mochila. Ibamos a dar el examen en otro colegio y recuerdo que nos dijeron que teníamos que ir bien uniformados. Era un día especial todos los alumnos de las escuelas y colegios fiscalizados que dependían de la USE Centromín Perú: ibamos a ser evaluados. Eran pruebas medirían lo que habíamos aprendido a nivel de salones. De este modo, se podía hacer un diagnóstico de lo que los profesores estaban enseñando y de las políticas educativas institucionales. No era la primera vez que nos enfrentábamos con este reto; la primera ocasión había sido dos años antes y es ahí donde comienza esta historia.

A finales de 1993, todavía yo estudiaba en el Colegio Fiscalizado 31750 "José Andrés Rázuri". Como ya dije en un post anterior, estaba lejos de imaginar que, en un año, iba a protagonizar uno de los eventos que ejemplifican claramente cómo La Oroya es la cuna de todos aquellos que podemos entender al Modernismo y al Vanguardismo, porque hemos vivido la modernidad en la desestructuración de lo que fue y ya no volverá (el Moses de la Nueva York de inicios de siglo ahora era el Estado peruano, Centromín y lo ha seguido siendo Doe Run). Es decir, 14 meses después clausuraron mi colegio y, con los años, comenzaron a destruir los recuerdos de mi niñez a través de la demolición de su infraestructura. Poco antes de este lamentable hecho, dimos el segundo examen USE que pasábamos en nuestra corta vida escolar. El primero no había sido bueno; los resultados distaron de ser espectaculares. Sin embargo, el segundo se presentaba como un examen prometedor. Por alguna razón, dar esa prueba resultaba todo un reto, pues era la hora de competir con las otras cuatro escuelas de La Oroya; además, nos medíamos con las escuelas de otras ciudades en las que la empresa tenía centros laborales de algún tipo: Andaychagua, Casapalca, Cerro de Pasco, Cobriza, Morococha, San Cristóbal, Yauricocha (todos estos colegios eran para hijos de empleados y obreros de la empresa). Inclusive, en aquel año, Mayupampa, que era para los hijos de trabajadores que habían pasado por una formación universitaria (por lo tanto, donde estudiaban los hijos de los gerentes y jefes de la empresa), también dio la evaluación. Es necesario especificar que era un concurso para los alumnos, mientras que para los adultos no lo era. Es más ni siquiera para mí representó eso hasta que, un día, en el bus que nos llevaba todos los días a la escuela, uno de sexto nos dijo: "¡Ustedes han quedado en el primer de lugar de la evaluación!" Mi respuesta natural fue preguntar qué significaba eso, es decir, a quiénes les habíamos ganado. El chico, con la paciencia que hay que tenerle a un chico menor, me explicó lo mismo que he colocado líneas más arriba. De pronto, la revelación y la magnitud de la victoria me hizo sentir unos de los mayores orgullos que he sentido en mi vida. A nivel de sección (en nuestro colegio, había solo un salón, pero, en otros, se competía inclusive entre salones del mismo colegio), éramos los mejores. Ese día la profesora Chabuca esbozó una sonrisa y nos felicitó por el mejor promedio obtenido en una prueba a nivel de todo el sistema educativo de Centromín; le habíamos ganado inclusive al mismo Mayupampa, colegio del que siempre se esperaban grandes logros y que, en los siguientes años, no participaría por recomendaciones psicológicas (razones que, de niño, siempre me parecieron pretextos para que no les ocurra algo como lo que ocurrió con mi salón).

Años después, a días de terminar la primaria en la Escuela Fiscalizada 31789 "Miguel Grau" (escuela a la que había sido transferido mi salón en su totalidad), estaba sentado en un aula en la que estaba la mitad de mis compañeros, pues, para evitar el plagio, la otra mitad resolvía el examen en otro salón. Eran pruebas tipo admisión, porque los controladores solo recogían las hojas de respuestas (mi experiencia con estas en evaluaciones estandarizadas data de 3ro de primaria). Uno se podía llevar la prueba y podía comparar las respuestas con los demás al final. Hasta donde recuerdo, cuando uno terminaba, podía salir del salón, pero, tal vez, la memoria me falla. Salí confiado; sabía que, en la primera mitad del año, no habíamos rendido tan bien, pero que, a manera de despedida, podíamos repetir el plato de tres años atrás. Todos sabíamos que estábamos bien preparados para intentar tener el mejor promedio a nivel de La Oroya y de todos los campamentos.

Llegó el fin de año y nadie nos dio noticia de nada; no recuerdo mi última clase ni los últimos momentos previos a la fiesta de promoción, pero no hubo mención a la dichosa prueba. Como grupo, otra vez nos invadió la sensación de no haber logrado lo que tanto habíamos anhelado; sin embargo, el día de la fiesta de promoción, cuando por última vez estuvimos en una actividad extracurricular todos juntos, el subdirector dijo la frase que, durante toda mi vida, he recordado por ser la última victoria lograda entre todos: "y, en esta evaluación, logran el primer puesto a nivel de todo el sistema educativo de Centromín Perú, repitiendo lo alcanzando tres años antes". La Drôle de guerre de mi vida académica tocaba a su fin.

martes, 12 de mayo de 2009

Días de recitación

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.
(Los motivos del lobo - Rubén Darío)

Un micrófono, un equipo de grabación, un libro y una voz, la que había ganado concursos de declamación, todas estaban ahí y yo observaba. Debía tener unos cuatro o cinco años, aunque me inclino a creer que eran unos cinco, porque eran los días en los que, por una infección a la garganta tuve que recibir diez inyecciones (dos por día). Recuerdo esa tarde, como también recuerdo ese casette; recuerdo al "sapito glo glo glo", pero también recuerdo "Los motivos del lobo". Era una tarde soleada, del tiempo aquel en que Marcavalle no era lo que es hoy en día, sino que era un sitio un poco más tranquilo y ordenado.

Hacia mucho que yo sabía utilizar ese equipo, pero también observaba con respeto cuando mi papá hacía grabaciones ahí. Gracias a ese equipo pude escuchar, durante mi infancia, música y cuentos para niños que provenían de distintos LP's proporcionados por papá Apolonio o mi tío Agustín. Un recuerdo muy vago de cuando tenía tres años me lleva a un cuarto en la casa de mis abuelos en el sector de Huampaní; ahí, rodeado de una cama de metal, una biblioteca, un escritorio (cuyos cajones estaban llenos de LP's), un escarabajo de juguete (cuya cubierta había sido extraída por un travieso Geraldo de 2 años en promedio), un rompecabezas de cubos, una radio que captaba AM y MW, ahí, en medio de todo eso, me subí a una banca y coloqué el disco con la aguja puesta en el inicio de la música de Topo Gigio. Dos años después, veía el mismo equipo y escuchaba la voz de mi papá al leer esa poesía de la que no imaginaba que iba a ser una especie de hito en mi niñez.

Tres años después, tenía una hermana de tres años y estaba viviendo en otro departamento de Marcavalle; estaba en el colegio "José Andrés Rázuri" y en el salón estaban seleccionando al que iba a representar al 3ro de primaria en el concurso interno de declamación. No todos habíamos aprendido poesías hasta donde recuerdo, algo que no gustó mucho a la profesora Chabuca; éramos pocos, pero éramos y recitamos. El concurso del salón estuvo algo reñido. Recuerdo que al final quedamos tres y, por primera vez en mi vida, recurrimos a la democracia para decidir al representante. Habíamos recitado por segunda vez, lo que permitió que la gente escogiera con más criterio y sabiendo por quién estaba votando. Los votos, para no herir susceptibilidades, fueron secretos. Sentía miedo y temor; quería ser el representante; me había esforzado en aprender la primera parte de "Los motivos del lobo" y, bajo las atentas indicaciones del que había ganado varios concursos, había mejorado la mímica y la expresión en general. Tanto era mi afán que voté por mí mismo; pensaba que lo podía hacer bien, aunque también pesaba el hecho de que no era bueno en fútbol; no había podido bailar "Los Avelinos", porque no hice bien un paso y sentía que debía hacer ganar al salón en algo.

Cuando la profesora dio los resultados, no podía creerlo del todo. Había ganado, por mayoría, la representación del salón. Estaba contento, pero comenzaba un nuevo temor; la declamación ante toda la primaria. Si bien el concurso era entre los tres primeros grados (cuarto, quinto y sexto competían en otro nivel), igual iba a recitar al frente de todos y algún temor sentía. Creo que el mismo día tenía que declamar en frente de todos y, cuando pasamos a la formación, la angustia fue aumentando; repasaba en la memoria los versos mientras el niño de primero decía su poesía y lo mismo cuando salió el niño de segundo (por coincidencias de la vida, era el hermano de una compañera del salón que, andando los años, me encontré en la universidad). Al fin, me llamaron. El jurado, que estaba conformado por tres personas esperaba, y haciendo de tripas corazón subí al escenario. Era la primera vez que estaba ante a un público; de reojo, pude ver los rostros de ánimo de mis compañeros. Respiré hondo y comencé. Ya no vi a nadie; las palabras fluyeron y no hice mucho esfuerzo para ir recordando los versos. Viví las palabras de San Francisco y me sentí pacifista de algún modo. De pronto, había terminado; agradecí y bajé; sabía que lo había hecho bien; no sabía si lo suficiente como para ganar, pero sabía que lo había hecho bien. Volví a la formación; me tocaba esperar que recitaran los de los grados superiores. Aún recuerdo la fascinante voz de Denisse; ya no recuerdo el apellido, pero sí me acuerdo del nombre; mi instinto me dijo que ella iba a ganar en ese nivel y que, tal vez, a ella hubiera sido difícil ganarle.

De pronto, terminaron todos y solo restaba escuchar el resultado. Se anunciaba el segundo puesto y el primero. Nunca había estado tan nervioso; nunca había esperado tanto algo; el segundo puesto no era yo. ¿Sería posible? Algunos de mis compañeros me miraron emocionados; ¿lo habría logrado? Escuché mi nombre; mi salón vitoreó y yo no salía de mi estupor: era el primer puesto de los tres primeros grados; tal vez, con los años, resulta una victoria pequeña, pero, para un niño era una gran victoria. Además, mi intuición no se equivocó: en el otro nivel, ganó la que pensaba que iba a ganar. Nos ordenaron regresar al salón, pero ya no habían más clases y mis compañeros, felices por mí y por el salón, me alzaron en hombros, Los mayores se rieron bastante con aquella escena y, a la vez, es una escena que jamás se me borrará de la memoria. No estaba lejos el día del aniversario del colegio y recitábamos los ganadores. Fue la única vez que declamé en el auditorio del Club Peruano. Estaba más nervioso todavía, porque aquella vez declamé ante todos los alumnos del colegio, los profesores y los padres en un recinto que probablemente estaba lleno como cuando vi a mis compañeros bailar "Los Avelinos".

Sin embargo, dos años después (ya en otra escuela, pero con los mismos compañeros de aquel salón), no estaba contento del todo; quería recitar el poema completo alguna vez, pues solo había ganado con un fragmento de él. La ocasión se presentó el día del maestro; se lo dediqué a la profesora Canchaya; sabía que iba a sorprender a varios de mis compañeros que no habían leído el poema completo y que, probablemente, pensaban que iba a repetir el plato. Comencé y llegué hasta la parte donde había terminado la primera vez. Mis amigos esperaban un "gracias", pero sonreí y continué. Cada uno de los versos que siguieron los viví con nerviosismo. Sabía que no podía y no debía olvidarme; era una especie de reto para mí mismo. Cuando llegué al "Padre Nuestro que estás en los cielos ...", respiré aliviado y recibí los cariñosos aplausos de los padres y de los amigos con los que no iba a pasar mucho tiempo después de eso (solo año y medio le quedaba a esa especie de paraíso).

El tema principal de este post se aborda recién en este párrafo. Ese año la U.S.E. en un estertor de su funcionamiento, pues se desactivaría el año 1997, organizó un concurso de declamación por niveles en todos los campamentos en los que estaba presente la empresa "Centromín Perú". el motivo era el "Día de la Madre". Igual que la vez anterior hubo un concurso en el salón y salí elgido como representante. El principal problema era el concurso a nivel de los cuatro salones de sexto. Los otros representante también recitaban muy bien. Mi mayor temor era el chico de 6to "B". Cuando llegó el día, recité "El brindis del bohemio" (la parte final). Recité bastante nervioso ese día y no se me escuchó bien; quedé segundo lugar entre los cuatro; era suficiente para la clasificación, pues pasaban los dos primeros para competir con los dos primeros de quinto. El concurso era al día siguiente en la mañana. Mi horario de estudios era en la tarde. Practiqué un poco con mi papá ese día. Esperé con cierto temor el día siguiente. Llegó el momento y la música de acompañamiento no funcionó bien, lo que desconcentró. Para esto, el chico de quinto que me había antecedido había recitado excelentemente. Alexander Camayo se llama y no lo he vuelto a ver desde hace años, pero le debe ir bastante bien, porque era un chico muy inteligente. Estuve tenso y me faltó algo de soltura. Terminé y escuché un comentario de una profesora "los dos de sexto declamana muy bien", pero algo me decía que, tal vez, no había hecho lo suficiente. Sin las miradas de mis compañeros, tal vez, no me sentí tan confiado.

Mi papá escuchó cuando declamé y fuimos a descansar al carro. Comenzaron a dar los resultados y tenía una ligera esperanza. Llegaron, por fin, al último nivel; tal vez, la intuición o la experiencia de los concursos ganados hicieron que mi papá me dijera que estuviera tranquilo y que ya había llegado hasta ahí. salí del carro, cuando llegaron a mi nivel. Hasta donde recuerdo, no había escuchado mi nombre en el cuarto y el tercer puesto; y, de pronto, oí mi nombre en el segundo puesto (aunque puede ser que me equivoque), pero, al menos, eso creí escuchar. Un rayo hubiera sido menos doloroso; mi papá me abrazó. No lloré, pero, tal vez, porque no podía, pero estaba triste. Mi papá me animaba y me animé probablemente, porque, en la tarde, conté, con cierta tranquilidad, que no había ganado.

Alexander Camayo representó a la escuela primero a nivel de La Oroya en un concurso que no sé exactamente dónde se realizó. Me alegré de que le fuera bien; luego, representó a La Oroya frente a otros campamentos. Ese concurso era televisado por TV7 de La Oroya. Ahí, pude ver el concurso y hasta donde recuerdo Alexander ganó, lo cual fue una alegría para la escuela y para nosotros, pues era alguien de la escuela.

Años después, recitaría en el colegio "José Carlos Mariátegui"; por nervios, en dos ocasiones, me olvidé de la poesía. Recité en otras dos ocasiones en las que me fue bien. En el Salesiano, recité tres veces poemas a la Vírgen María y, en las tres, me olvidé el poema original. Sin embargo, gracias a una iluminación divina, pude improvisar versos en esas ocasiones que me valieron felicitaciones de profesores y compañeros; los textos que recitaba no eran tan conocidos; por lo tanto, todo eso pasó como si lo supiera de memoria. En esos años, dejaría la declamación por el canto, tema que será abordado en otra ocasión.

Volviendo al tema de los concursos; si bien ese año no viví una victoria individual en las declamaciones, viviría la más bacán victoria que puede haber: la grupal. El salón repitió el primer puesto que había logrado tres años atrás de manera conjunta en una evaluación de corte académico: el examen de la U.S.E., el cual será descrito en el siguiente post.

martes, 28 de abril de 2009

Defragmentando el discurso del diario Correo

Geraldo Flores Suárez


El escándalo de la semana pasada, motivado por cuatro publicaciones específicas del diario "Correo" (una foto y tres textos) respecto de la parlamentaria Hilaria Supa, ha generado un pronunciamiento de los docentes de la sección de Lingüística de la Pontificia Universidad Católica del Perú que resume de manera clara y consistente los argumentos que ofrece la Lingüística para refutar los planteamientos esbozados tanto en los artículos del diario "Correo" como en los comentarios generados en distintos espacios de opinión.

Este post, por otro lado, asumiendo los argumentos esgrimidos en este pronunciamiento, intentará explicar y analizar algunos de los planteamientos esbozados en el diario "Correo" y evidenciar que el afán "cultural" de estos textos denota un posicionamiento de lo prestigioso y lo no prestigioso; es decir, el discurso asumido tanto en el artículo "La congresista no tiene quien le escriba " como las editoriales de Aldo Mariátegui "Supa no supo" y "Comprensión de lectura" ponen como valor absoluto la capacidad de manejarse en el mundo académico como el requisito para ser mejor persona y mejor representante del país.

Comencemos pues a analizar paso a paso las posturas planteadas en este diario. El texto "Supa no supo" se anticipa a las críticas pues, conocedor, el redactor de la polemicidad de la postura esgrimida prefiere distinguir su labor textual de la de aquellos que pueden ser tildados de "racistas". Esto se nota en el siguiente fragmento:


"- Pongo el parche... No nos anima ningún ánimo peyorativo, excluyente, racista, clasista, costeñista, anti-indigenista, etc. contra la congresista humalista Hilaria Supa. Esto que quede claro, pues lo "políticamente correcto" se está volviendo asfixiante en nuestro país." (Mariátegui, "Supa no supo")


Sin embargo, hay una idea interesante de resaltar en este fragmento: la ironía de lo "políticamente correcto". Esto podría tener dos objetivos concretos: denunciar que lo "políticamente correcto" permite ocultar ideas que deben de "ser dichas" y que lo "políticamente correcto" es parte del discurso de un grupo que el autor del texto prefiere no explicitar. Ahora bien, resulta una categoría que permite homogeinizar distintos planteamientos de respeto y aprecio del "otro", con lo cual se desvaloriza las propuestas de respetar las diferencias a partir de la trivilización de afirmar que eso solo sería "políticamente correcto", es decir, pura hipocresía según este autor, con lo cual se ironiza sobre las propuestas de respeto de las diferencias culturales con la falacía de generalizar a todos en una sola categoría: todos los defensores serían hipócritas y a ninguno habría que hacerle caso. El ánimo facilista de evitar distinciones e invalidar lo que dicen los críticos resulta, entonces, bastante evidente.

El siguiente paso consiste en una concesión discursiva; por un lado, se plantea que hay un sentimiento de "pena" por la parlamentaria, pero se agrega un "pero" con lo cual se introduce en el discurso una idea opuesta a la anterior que sería la de oposición al sueldo de la parlamentaria, pues no está "mínimamente iluminada por las luces de la cultura".

"Y que quede claro también que más bien nos provoca pena que esta humilde mujer tenga esas carencias y no queremos hacer ninguna befa con ello. Pero no se puede pagar más de S/. 20 mil al mes y darle tanto poder y responsabilidades a quienes no están mínimamente iluminados por las luces de la cultura." (Mariátegui, "Supa no supo")

El uso de "la cultura" evidencia que Mariátegui presenta a un tipo de cultura determinado como el más deseable y el ideal. La razón que me hace afirmar esto es el uso del determinante definido "la" que permite especificar un tipo en particular frente a "una", por ejemplo, que es un determinante que no reduciría la "cultura" a la práctica de un solo grupo. Entonces, ¿cuál es "la cultura" a la que se refiere Mariátegui? Evidentemente, es la occidental, pues es la que le exige a los individuos el "buen manejo" de la lengua escrita y es la que la considera requisito para el "buen desenvolvimiento en sociedad". Sobre este tema los Nuevos Estudios de Literacidad han planteado que lo que más valora la sociedad occidental es la literacidad académica. Regresemos, por un momento, al primer apartado del pronunciamiento de los profesores de Lingüística de la PUCP.

"1. Existe una sustancial diferencia entre los apuntes personales, como un género especial de la lengua escrita, y otros textos de índole formal, que suponen un trabajo específico de elaboración y revisión. Esta distinción refleja la versatilidad de los redactores, quienes son capaces de distinguir entre diversas formas del código según el contexto en que la escritura se produce. Así, un redactor puede estar en condiciones de escribir a un amigo un mensaje electrónico en un registro coloquial y, minutos después, elaborar un artículo académico en un registro formal. Por tanto, desde el punto de vista lingüístico, es engañoso juzgar el manejo de la escritura que tiene un redactor sin tomar en cuenta esta distinción de géneros y registros."

Los apuntes personales constituirían elementos que participan de una práctica letrada que no es la académica con lo cual las exigencias del señor Mariátegui son infundadas, pues justamente se trata de una práctica letrada que no exige, según los canones de prestigio de la sociedad, un manejo "cuidadoso" de las formas normativas. Cualquiera que lea un cuaderno de una clase en la que el profesor apenas deja tiempo para copiar la idea se dará cuenta que siempre hay "detalles normativos" que se tiene que corregir, pues la premura no ha dejado que se realice el proceso de revisión; sin embargo, eso no resulta relevante, pues se trata de notas personales que, evidentemente, van a ser usadas solo por el que redacta y que no van a pasar por los juicios de las personas que provocan que los "buenos redactores" sean prestigiosos y que los que no manejan el "código culto" sean tildados de ignorantes o de personas de "bajo nivel". Hacer una manipulación entre distintos tipos de registros escritos o tipos de escritos como se ha evidenciado en las publicaciones del diario "Correo" resulta evidentemente tendencioso.

El artículo de Mariátegui confirma esa tendencia "academicista" en las líneas siguientes:
 
"Pues aquí lo que se pone realmente en debate es si es sano para el país que pueda acceder al Congreso alguien con un nivel cultural tan bajo, cuya ortografía y gramática revelan serias carencias y sin aparente ánimo de enmienda, porque no me digan que no es evidente que Supa rara vez agarra un libro, ya que está probado que la gente que lee poco es la que peor escribe al estar menos familiarizada con las reglas más elementales de redacción. " (Mariátegui, "Supa no supo")

"Una persona así posiblemente sólo se va a limitar a repetir lugares comunes, a oponerse a todo sólo por oponerse, a estar a la defensiva ante cualquier idea nueva, a ser prejuiciosa, a buscar llamar la atención mediante el escándalo antes que por la excelencia de sus iniciativas, a descalificar al adversario con el eterno recurso de victimizarse, a ser agresiva... Lamentablemente, todo lo anterior ha caracterizado a la congresista Supa y estoy seguro de que su respuesta consistirá en acusarnos de ser nazis y hacerse la víctima. No estamos en contra de que las personas elijan a congresistas con quienes se identifiquen, pero tampoco se puede ir a extremos y menos dejar de lado el mérito académico y la preparación. Por eso el voto debe ser voluntario y además debe haber requisitos extras para ser congresista, como grado universitario (aunque... ¿cómo escribirá la congresista humalista y abogada María Sumire?)." (Mariátegui, "Supa no supo")

Se duda de la capacidad intelectual de la congresista Hilaria Supa a partir de lo que se asume es el desconocimiento de la escritura en castellano. Los que los Nuevos Estudios de Literacidad han propuesto es que se suele identificar inteligencia con el manejo de la escritura; la Psicología y las pruebas que se han aplicado a personas que sabían escribir y que no han demostrado que lo letrado desarrolla una determinada competencia, pero que no hace más o menos inteligente a la persona; de hecho, en educación, se ha propuesto las inteligencia múltiples para evidenciar que tenemos diversos tipos de habilidades por desarrollar. Entonces, el intento de invalidar las opiniones de la parlamentaria por la suposición de que no "sabe escribir" es caer en el error de pensar de que el no manejar la escritura es equivalente a no pensar; por lo tanto, nada podría opinar alguien que no participa la práctica letrada académica según los que plantean esta forma de pensamiento y semejante analogía es racista. He podido ver comentarios que asumen el "racismo" como la discriminación por rasgos físicos. En realidad, el término 'racismo', hoy en día, en los espacios de discusión sobre temas sociales, ha ampliado su significado y ha pasado a designar a cualquier forma de diferenciación establecida a partir de prejuicios de parte de un grupo por sobre otro; esto sobre todo se genera a partir de diferenciaciones hechas por luchas de poder entre los grupos sociales. Recurrir a la discriminación implicaría el ejercicio del poder que tiene un individuo para querer establecer su diferencias de su grupo respecto de otro; de este modo, Mariátegui se presenta como parte del mundo académico que condena a Hilaria Supa y que le quita toda posibilidad de opinión, de más está decir que tal posicionamiento lo que evidencia es que no se concibe conocimiento algunos más allá del que está estipulado en lo escrito; caer en semejante simplificación de la realidad es realmente desconocer la complejidad de las habilidades y el conocimiento que pueden adquirir las personas a partir de otros medios y espacios, que no son necesariamente los letrados.

Por otro lado, en estas mismas líneas se ironiza sobre la parlamentaria María Sumire; curioso es que solo se la mencione a ella y no se mencione a otros congresistas. Recordemos un poco el fragmento:

"No estamos en contra de que las personas elijan a congresistas con quienes se identifiquen, pero tampoco se puede ir a extremos y menos dejar de lado el mérito académico y la preparación. Por eso el voto debe ser voluntario y además debe haber requisitos extras para ser congresista, como grado universitario (aunque... ¿cómo escribirá la congresista humalista y abogada María Sumire?)." (Mariátegui, "Supa no supo")

La pregunta inmediata sería por qué el redactor dedicó una línea a la otra congresista nacionalista que ha protagonizado enfrentamientos con distintos actores por motivos lingüísticos. ¿Será porque también es quechuahablante? ¿Será porque esa fue la respuesta que le dio esta congresista a Martha Hildebrandt cuando ambas se enfrentaron dos años atrás? ¿Será que la asunción de serranía de esta congresista es valedera para el redactor para hacer una generalización sobre las personas de la sierra y/o quechuahablantes? De ser afirmativas las respuestas a estas preguntas, entonces, la pregunta retórica de Mariátegui estaría evidenciando racismo hacia los quechuahablantes y/o hacia los que somos serranos (y no quechuahablantes, una lástima en mi caso, por cierto). Llama a suspicacia el que solo haya mencionado a una congresista que también ha estado vinculada con debates de corte lingüístico, que sea quechuahablante y de origen andino.

En el siguiente texto que Mariátegui le dedica al tema, aborda el segundo aspecto de la lecto-escritura: la comprensión. Afirma que lo han malentendido; veamos paso a paso en qué se basa para afirmar esto.
  

"Hasta ayer creía que era un serio problema para la calidad de nuestro Legislativo que existan congresistas que apenas saben escribir. Lamentablemente, el asunto es más serio, porque ayer el 90% de los que participaron en el debate sobre Supa demostraron -si es que se tomaron el trabajo de leer antes el editorial y el artículo referidos al hecho- que muchos de ellos no tienen una adecuada comprensión de lectura. En ambos textos advertíamos que tocábamos el tema porque nos preocupa que el bajo nivel intelectual del Congreso dañe tanto a nuestra democracia (somos uno de los países latinoamericanos que menos creemos en ella. Ver si no el Latinobarómetro) y origine que éste tenga una eterna desaprobación, y que incluso sea visto con desprecio y burla por los ciudadanos. Creemos que gente que tiene tanto poder y responsabilidades, amén de ganar más de S/.20 mil, debe tener una instrucción mínima." (Mariátegui, "Comprensión de lectura")

 
En este fragmento se evidencia el argumento del "bajo nivel intelectual". Otra vez el redactor está pensando en un solo tipo de inteligencia como en el artículo anterior, lo cual demuestra que su posición racista no ha variado en ningún sentido. Sería bueno repetir, en este apartado, que estoy asumiendo la concepción ampliada de 'racismo' que especifique en los párrafos anteriores. Es importante resaltar en este punto otro de los apartados del pronunciamiento de los profesores de la PUCP.
 
"2. Las faltas de ortografía y redacción contenidas en el texto fotografiado por Correo son expresión de la base fonológica y gramatical que la congresista Supa posee en virtud de su lengua materna, el quechua. Esta base genera, como es natural, una influencia en la adquisición del castellano como segunda lengua. Este tipo de influencia es común entre los bilingües quechua-castellano, quienes, en su gran mayoría, no han podido consolidar su aprendizaje del segundo idioma en condiciones apropiadas, como las que podría brindar la educación intercultural bilingüe, por razones políticas y económicas. Por tanto, no se puede juzgar la competencia en la escritura castellana de la congresista Supa como una dimensión independiente de su condición de quechuahablante, y hacerlo constituye una manipulación de los hechos lingüísticos."


El tipo de "nivel intelectual" requiere de un acceso a espacios educativos que están restringidos por distintos factores: económicos, ubicación, lengua, etc. Evidentemente, los requerimientos del señor Mariátegui implican un acceso a beneficios que no tienen todos los peruanos por igual. Entonces, un quechuahablante, por quien el Estado no tienen la misma preocupación que por los castellanohablantes, tendrá más dificultades por acceder a los mismos espacios y beneficios. Eso de ninguna manera invalida los otros conocimientos que puedan tener estar personas y que con ayuda de un conjunto de asesores, según sea el caso, puedan articular como la base de legislaciones concretas sobre temas vinculados con estas poblaciones a las que no se presta la adecuada atención. No me refiero, en exclusiva, al caso de esta congresista, porque el argumento que ha esbozado el autor es que la parlamentaria no tiene mucha producción en proyectos de ley, sino que me refiero, en general, a que los grupos que no han sido involucrados adecuadamente en la democracia peruana tienen todo el derecho a elegir el representante que consideren más apropiado y que conozca más sus necesidades. El trabajo de asesoría, en este caso concreto, tendría que ser el encargado de suplir lo que las desigualdades en el Perú han producido en toda su historia republicana.


En las líneas que siguen a este segundo editorial, Mariátegui afirma que no se basa en rasgos físicos. Esta respuesta plantea dos posibilidades: el autor no maneja el otro sentido de "racismo" y es muy lógico que defienda su posición a partir de esta distinción o, claramente, ha entendido el sentido, pero obvia el conocimiento de ese sentido para no comprometerse.

"Y advertimos que lejos estaba de nosotros cualquier tipo de menosprecio, racismo o burla hacia Supa (aunque anticipábamos que su línea de defensa para justificar sus "horrores ortográficos" sería la victimización y acusarnos de racistas, excluyentes, etc.). Aquí para nada importaba si la escritora era rubia o andina, si era Hilaria Supa o Luciana León (y sospechamos que seguramente no habría habido esa reacción de haberse tratado de León. Incluso con ella sí que muchos colegas y caricaturistas suelen ser muy racistas, pintándola siempre como frívola y bruta sólo por ser rubia y bonita. Y nunca he visto que el Congreso proteste por eso)." (Mariátegui, "Comprensión de lectura")
 
Deámosle el beneficio de la duda a Aldo Mariátegui, los prejuicios respecto de las prácticas letradas están tan internalizados que parecen ser las verdades obvias más evidentes y que no son refutables, pues son valores absolutos. Es probable que esto ocurriera; si esto es lo que ha acontecido, es deber de los receptores ser críticos y dudar de lo que puede parecer evidente, pues como se ha mostrado en las líneas anteriores pueden esconder formas de discriminación de las que no estábamos al tanto. Si después de esta crítica, se sigue discriminando, entonces, ese racismo ya es consciente y condenable desde todo punto de vista.
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Este segundo editorial concluye con un fragmento que solo se disculpa por haber herido la sensibilidad, pero que no reconoce la actitud discriminatoria y que evidencia la preferencia por lo académico; nótese la exigencia de personas con nivel superior en el Congreso como ejemplo de la preponderancia que tendría esta formación en una institución representativa.


"Si he herido la sensibilidad de Supa, pues ofrezco mis disculpas. Pero el artículo está bien hecho; se han recogido opiniones opuestas, no miente, no difama, no injuria y menos discrimina. Sólo recoge una realidad: la señora escribe muy mal en castellano (y ojo que su producción legislativa es ínfima). Y tenemos todo el derecho de cuestionar que gente sin instrucción superior esté en el Congreso. Faltaba más." (Mariátegui, "Comprensión de lectura")

Por otro lado, además de los editoriales de Mariátegui, el artículo aparecido el día 23 de abril en el diario 'Correo', "La congresista no tiene quien les escriba", también muestra elementos de representación de lo prestigioso frente a lo no prestigioso. Una muestra de ello sería el siguiente fragmento:


"Mientras el país estaba pendiente de las explicaciones que brindaba al pleno del Congreso el premier Yehude Simon sobre la brutal emboscada terrorista que acabó con la vida de 14 soldados en la zona del VRAE (Valle del Río Apurímac-Ene), una diligente congresista -cual eficiente estudiante tomaba apuntes del asunto. Se trataba de Hilaria Supa, parlamentaria del Partido Nacionalista Peruano elegida por la región Cusco, y a decir de lo que descubrió una reveladora foto de Correo, sus limitaciones en cuanto a ortografía y sintaxis dejan mucho que desear. Las tomas obtenidas del cuaderno de notas de la mujer de 49 años hablan por sí solas." (Diario Correo, "La congresista no tiene quien le escriba")

 
El artículo se atribuye el papel "corrector" con lo cual ejerce un poder mediático como lo ejercería un docente con una alumna; se nota esto, además, con la analogía con la categoría de "estudiante" que esboza el fragmento; la conclusión final es la misma que emitiría un docente al evaluar la competencia en lectoescritura de una alumna. En esto, se nota cómo se conceptualiza el redactor como el que tiene la facultad de imponer una reconvención y que las notas estarían estableciendo un motivo para la amonestación.
 
El artículo, además, presenta dos posiciones; la primera redunda en los criterios para escoger a candidatos, pero, al mismo tiempo expresa cierta tendencia hacia los requisitos académicos al poner de relieve una categoría como el "estar debidamente preparado" y de "requerir una preparación no solo en el sentido de instrucción". Al decir "no solo" ya se está asumiendo que esta es parte del proceso de requisitos.
 
«Para el secretario técnico de la Asociación Civil Transparencia, Percy Medina, [...] "Los partidos políticos son los únicos autorizados a presentar listas de candidatos (al Congreso), y son el filtro que tendría que garantizar su identidad, calidad, trayectoria y formación ética. Es su responsabilidad proponer a los electores personas que tengan la trayectoria personal y política que les permita interpretar lo que quiere la gente que se fiscalice y legisle", indicó. CUALQUIERA, NO. Medina enfatizó además que es primordial que los partidos políticos se aseguren de que aquellas personas que proponen para algún cargo público se encuentren debidamente preparadas. "No solamente se requiere preparación en el sentido de instrucción, sino también la ética es clave. Un partido político -antes de presentar su lista- tiene que estar seguro de que las personas que está presentando tienen una trayectoria de honestidad, de compromiso... No se puede presentar a cualquiera", opinó» (Diario Correo, "La congresista no tiene quien le escriba")
 
Por otro lado, también se presenta una postura inclusiva y que asume que la representación trasciende el manejo de la lectoescritura, tal como lo plantea Mariátegui. En el segundo editorial, él aborda este planteamiento como si se hubiera prestado atención a todos los posicionamientos, pero ese intento de defensa queda desvirtuado con la propia opinión expuesta en ese editorial.
 
"Por su parte, el director ejecutivo de Reflexión Democrática, José Élice, dijo que Supa -más allá de su condición de quechuahablante- tiene derecho a ocupar un cargo político. No obstante, agregó que era responsabilidad de su partido -y sobre todo de su bancada- asesorarla y apoyarla en la revisión de la estructura y el fondo de los proyectos que presente. "Puede haber personas que escriban pésimo, pero que pueden dar aportes bien interesantes o que conocen otras realidades que todos no conocemos. Y tienen todo el derecho de participar en el Congreso. Si no respetamos ese derecho, estaríamos hablando de un Congreso elitista, académico", acotó. " (Diario Correo, "La congresista no tiene quien le escriba")
 
Se ha notado, con un análisis somero, que sí hay una actitud racista en los planteamientos esbozados en los editoriales de Aldo Mariátegui entendido como el posicionamiento a favor de lo que es considerado prestigioso por los grupos que tienen mayor acceso a lo académico. Es decir, esta concepción trasciende la discriminación por rasgos físicos y engloba distintas tipos de discriminación.
 
Una revisión más detallada de los últimos puntos abordados en el pronunciamiento elaborado por los profesores de la PUCP permite resumir los argumentos más contundentes que pueden rebatir y refutar una posición tan discriminatoria. Revisémoslos de nuevo.
 
"3. Los problemas de ortografía propios de los bilingües, como el cambio de las vocales i/e y u/o y las faltas de concordancia, constituyen elementos importantes de un estereotipo acerca de los quechuahablantes que se ha generalizado en una sociedad jerarquizadora como la peruana. Este estereotipo consiste en pensar que dichos hablantes son, por necesidad, individuos carentes de inteligencia, cultura y educación, individuos que pueden ser calificados, en suma, de personas ignorantes. De este modo, a partir de las faltas mencionadas, Correo infiere que la congresista Supa posee las características descritas, lo que queda reflejado en el titular de portada “¡Qué nivel!” (Correo, 23/4/09) y en la columna de su director (24/4/09), en la que afirma: “Tocábamos el tema [de la escritura de la congresista] porque nos preocupa que el bajo nivel intelectual del Congreso dañe tanto a nuestra democracia”. Queda claro, pues, el carácter discriminador de este procedimiento, basado en un estereotipo."

"4. Otro hecho que es indispensable considerar en este caso reside en que las interferencias del sistema vocálico y de la sintaxis del quechua en el castellano constituyen dos de los rasgos lingüísticos más estigmatizados por los monolingües castellanos en el habla de los bilingües; es decir, estamos ante una de las características lingüísticas que con mayor frecuencia se utilizan para juzgar negativamente a dichos hablantes y discriminarlos. Quienes insisten en juicios como los que son materia de este pronunciamiento contribuyen a perpetuar una manifestación de violencia lingüística que se ha venido infligiendo en el Perú desde hace siglos contra los hablantes de lenguas indígenas cuando se expresan en castellano."
  

"5. Todas las lenguas constituyen una reserva de sabiduría acumulada por generaciones de hablantes que han tenido una particular e irrepetible relación con el mundo. Desde el punto de vista lingüístico, valen tanto, pues, el quechua como el castellano, el asháninka como el inglés, el shipibo como el chino. Sin embargo, en nuestro país, la falta de manejo de un aspecto del castellano —la escritura— se entiende por algunos como una carencia inadmisible en alguien que ejerce un cargo de representación, mientras que gran parte de los hablantes del castellano no reconocen como un problema la ignorancia de aspectos básicos del quechua, del aimara y de las lenguas amazónicas. Desde nuestro punto de vista, esta percepción expresa falta de cultura y, a la vez, refleja la desigual distribución de espacios de poder no solo para las lenguas peruanas sino también para sus hablantes."

 
En estos puntos se explica claramente que se está cayendo en los estereotipos "de siempre" por el desconocimiento que hay sobre el tema de los distintos tipos de habilidades cognitivas que tienen las personas. Asumir que el no manejo de la escritura involucra un estado de no inteligencia y, por lo tanto, un atentado contra la democracia resulta una vinculación que no tiene ningún asidero en la ciencia y tampoco en la teoría social. Lo que sí se evidencia con este tipo de postulados es la asociación libre de campos que no están vinculados directamente con cierta alevosía, pues se quiere difundir la semilla de preconcepciones racistas que, al ser asumidas como naturales por los individuos, las asumirán como verdades irrefutables. Nada está más lejos del complejo entramado que constituye las inteligencias de los seres humanos y del conocimiento que tengan (sea académico o no) para realizar aportes a la sociedad.