sábado, 5 de diciembre de 2009

Nota metafórica 2

Mientras que
el viento baja por una falda
llena de luces motorizadas y veredas vacías
una casualidad, casi, sugirió la posibilidad, pues la sensación de una
contemplación silente se ha roto, ya no es más la ilusión etérea de anteriores días.


Una luz fluorescente alumbra tu mirada;
la paz intranquila del que espera la guerra
aflora en las miradas en un lugar rodeado
de un par de notas musicales sorpresivas.

Lento, me asomo al sonreír de la ventana;
miro el azoramiento de la confundida luna;
solo ella refleja la extraña y cruel sensación
de la necesidad de las palabras en un gesto.

Ruidos de afuera, luces y una voz foránea
se mezclan en el sobrio espacio rectangular
que alberga la constante e inocente sonrisa
de la mirada soñadora del genial remanso.

Cuando ya esa voz indique lo ya inevitable,
el descenso terminará en la sutil ausencia;
el trasponer la puerta marcará este final y
mostrará otra puerta a una o dos palabras.


En la calle, todo seguirá su curso ...

viernes, 24 de julio de 2009

El examen USE - Centromín Perú

Una mañana fría del año 1996, tomé los dos lapiceros, los dos lápices, el borrador y el tajador que tan cuidadosamente había preparado el día anterior. No llevaba cosas (sin mochila para ser más específicos); era un alivio no tener que cargar con la pesada mochila. Ibamos a dar el examen en otro colegio y recuerdo que nos dijeron que teníamos que ir bien uniformados. Era un día especial todos los alumnos de las escuelas y colegios fiscalizados que dependían de la USE Centromín Perú: ibamos a ser evaluados. Eran pruebas medirían lo que habíamos aprendido a nivel de salones. De este modo, se podía hacer un diagnóstico de lo que los profesores estaban enseñando y de las políticas educativas institucionales. No era la primera vez que nos enfrentábamos con este reto; la primera ocasión había sido dos años antes y es ahí donde comienza esta historia.

A finales de 1993, todavía yo estudiaba en el Colegio Fiscalizado 31750 "José Andrés Rázuri". Como ya dije en un post anterior, estaba lejos de imaginar que, en un año, iba a protagonizar uno de los eventos que ejemplifican claramente cómo La Oroya es la cuna de todos aquellos que podemos entender al Modernismo y al Vanguardismo, porque hemos vivido la modernidad en la desestructuración de lo que fue y ya no volverá (el Moses de la Nueva York de inicios de siglo ahora era el Estado peruano, Centromín y lo ha seguido siendo Doe Run). Es decir, 14 meses después clausuraron mi colegio y, con los años, comenzaron a destruir los recuerdos de mi niñez a través de la demolición de su infraestructura. Poco antes de este lamentable hecho, dimos el segundo examen USE que pasábamos en nuestra corta vida escolar. El primero no había sido bueno; los resultados distaron de ser espectaculares. Sin embargo, el segundo se presentaba como un examen prometedor. Por alguna razón, dar esa prueba resultaba todo un reto, pues era la hora de competir con las otras cuatro escuelas de La Oroya; además, nos medíamos con las escuelas de otras ciudades en las que la empresa tenía centros laborales de algún tipo: Andaychagua, Casapalca, Cerro de Pasco, Cobriza, Morococha, San Cristóbal, Yauricocha (todos estos colegios eran para hijos de empleados y obreros de la empresa). Inclusive, en aquel año, Mayupampa, que era para los hijos de trabajadores que habían pasado por una formación universitaria (por lo tanto, donde estudiaban los hijos de los gerentes y jefes de la empresa), también dio la evaluación. Es necesario especificar que era un concurso para los alumnos, mientras que para los adultos no lo era. Es más ni siquiera para mí representó eso hasta que, un día, en el bus que nos llevaba todos los días a la escuela, uno de sexto nos dijo: "¡Ustedes han quedado en el primer de lugar de la evaluación!" Mi respuesta natural fue preguntar qué significaba eso, es decir, a quiénes les habíamos ganado. El chico, con la paciencia que hay que tenerle a un chico menor, me explicó lo mismo que he colocado líneas más arriba. De pronto, la revelación y la magnitud de la victoria me hizo sentir unos de los mayores orgullos que he sentido en mi vida. A nivel de sección (en nuestro colegio, había solo un salón, pero, en otros, se competía inclusive entre salones del mismo colegio), éramos los mejores. Ese día la profesora Chabuca esbozó una sonrisa y nos felicitó por el mejor promedio obtenido en una prueba a nivel de todo el sistema educativo de Centromín; le habíamos ganado inclusive al mismo Mayupampa, colegio del que siempre se esperaban grandes logros y que, en los siguientes años, no participaría por recomendaciones psicológicas (razones que, de niño, siempre me parecieron pretextos para que no les ocurra algo como lo que ocurrió con mi salón).

Años después, a días de terminar la primaria en la Escuela Fiscalizada 31789 "Miguel Grau" (escuela a la que había sido transferido mi salón en su totalidad), estaba sentado en un aula en la que estaba la mitad de mis compañeros, pues, para evitar el plagio, la otra mitad resolvía el examen en otro salón. Eran pruebas tipo admisión, porque los controladores solo recogían las hojas de respuestas (mi experiencia con estas en evaluaciones estandarizadas data de 3ro de primaria). Uno se podía llevar la prueba y podía comparar las respuestas con los demás al final. Hasta donde recuerdo, cuando uno terminaba, podía salir del salón, pero, tal vez, la memoria me falla. Salí confiado; sabía que, en la primera mitad del año, no habíamos rendido tan bien, pero que, a manera de despedida, podíamos repetir el plato de tres años atrás. Todos sabíamos que estábamos bien preparados para intentar tener el mejor promedio a nivel de La Oroya y de todos los campamentos.

Llegó el fin de año y nadie nos dio noticia de nada; no recuerdo mi última clase ni los últimos momentos previos a la fiesta de promoción, pero no hubo mención a la dichosa prueba. Como grupo, otra vez nos invadió la sensación de no haber logrado lo que tanto habíamos anhelado; sin embargo, el día de la fiesta de promoción, cuando por última vez estuvimos en una actividad extracurricular todos juntos, el subdirector dijo la frase que, durante toda mi vida, he recordado por ser la última victoria lograda entre todos: "y, en esta evaluación, logran el primer puesto a nivel de todo el sistema educativo de Centromín Perú, repitiendo lo alcanzando tres años antes". La Drôle de guerre de mi vida académica tocaba a su fin.

martes, 12 de mayo de 2009

Días de recitación

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.
(Los motivos del lobo - Rubén Darío)

Un micrófono, un equipo de grabación, un libro y una voz, la que había ganado concursos de declamación, todas estaban ahí y yo observaba. Debía tener unos cuatro o cinco años, aunque me inclino a creer que eran unos cinco, porque eran los días en los que, por una infección a la garganta tuve que recibir diez inyecciones (dos por día). Recuerdo esa tarde, como también recuerdo ese casette; recuerdo al "sapito glo glo glo", pero también recuerdo "Los motivos del lobo". Era una tarde soleada, del tiempo aquel en que Marcavalle no era lo que es hoy en día, sino que era un sitio un poco más tranquilo y ordenado.

Hacia mucho que yo sabía utilizar ese equipo, pero también observaba con respeto cuando mi papá hacía grabaciones ahí. Gracias a ese equipo pude escuchar, durante mi infancia, música y cuentos para niños que provenían de distintos LP's proporcionados por papá Apolonio o mi tío Agustín. Un recuerdo muy vago de cuando tenía tres años me lleva a un cuarto en la casa de mis abuelos en el sector de Huampaní; ahí, rodeado de una cama de metal, una biblioteca, un escritorio (cuyos cajones estaban llenos de LP's), un escarabajo de juguete (cuya cubierta había sido extraída por un travieso Geraldo de 2 años en promedio), un rompecabezas de cubos, una radio que captaba AM y MW, ahí, en medio de todo eso, me subí a una banca y coloqué el disco con la aguja puesta en el inicio de la música de Topo Gigio. Dos años después, veía el mismo equipo y escuchaba la voz de mi papá al leer esa poesía de la que no imaginaba que iba a ser una especie de hito en mi niñez.

Tres años después, tenía una hermana de tres años y estaba viviendo en otro departamento de Marcavalle; estaba en el colegio "José Andrés Rázuri" y en el salón estaban seleccionando al que iba a representar al 3ro de primaria en el concurso interno de declamación. No todos habíamos aprendido poesías hasta donde recuerdo, algo que no gustó mucho a la profesora Chabuca; éramos pocos, pero éramos y recitamos. El concurso del salón estuvo algo reñido. Recuerdo que al final quedamos tres y, por primera vez en mi vida, recurrimos a la democracia para decidir al representante. Habíamos recitado por segunda vez, lo que permitió que la gente escogiera con más criterio y sabiendo por quién estaba votando. Los votos, para no herir susceptibilidades, fueron secretos. Sentía miedo y temor; quería ser el representante; me había esforzado en aprender la primera parte de "Los motivos del lobo" y, bajo las atentas indicaciones del que había ganado varios concursos, había mejorado la mímica y la expresión en general. Tanto era mi afán que voté por mí mismo; pensaba que lo podía hacer bien, aunque también pesaba el hecho de que no era bueno en fútbol; no había podido bailar "Los Avelinos", porque no hice bien un paso y sentía que debía hacer ganar al salón en algo.

Cuando la profesora dio los resultados, no podía creerlo del todo. Había ganado, por mayoría, la representación del salón. Estaba contento, pero comenzaba un nuevo temor; la declamación ante toda la primaria. Si bien el concurso era entre los tres primeros grados (cuarto, quinto y sexto competían en otro nivel), igual iba a recitar al frente de todos y algún temor sentía. Creo que el mismo día tenía que declamar en frente de todos y, cuando pasamos a la formación, la angustia fue aumentando; repasaba en la memoria los versos mientras el niño de primero decía su poesía y lo mismo cuando salió el niño de segundo (por coincidencias de la vida, era el hermano de una compañera del salón que, andando los años, me encontré en la universidad). Al fin, me llamaron. El jurado, que estaba conformado por tres personas esperaba, y haciendo de tripas corazón subí al escenario. Era la primera vez que estaba ante a un público; de reojo, pude ver los rostros de ánimo de mis compañeros. Respiré hondo y comencé. Ya no vi a nadie; las palabras fluyeron y no hice mucho esfuerzo para ir recordando los versos. Viví las palabras de San Francisco y me sentí pacifista de algún modo. De pronto, había terminado; agradecí y bajé; sabía que lo había hecho bien; no sabía si lo suficiente como para ganar, pero sabía que lo había hecho bien. Volví a la formación; me tocaba esperar que recitaran los de los grados superiores. Aún recuerdo la fascinante voz de Denisse; ya no recuerdo el apellido, pero sí me acuerdo del nombre; mi instinto me dijo que ella iba a ganar en ese nivel y que, tal vez, a ella hubiera sido difícil ganarle.

De pronto, terminaron todos y solo restaba escuchar el resultado. Se anunciaba el segundo puesto y el primero. Nunca había estado tan nervioso; nunca había esperado tanto algo; el segundo puesto no era yo. ¿Sería posible? Algunos de mis compañeros me miraron emocionados; ¿lo habría logrado? Escuché mi nombre; mi salón vitoreó y yo no salía de mi estupor: era el primer puesto de los tres primeros grados; tal vez, con los años, resulta una victoria pequeña, pero, para un niño era una gran victoria. Además, mi intuición no se equivocó: en el otro nivel, ganó la que pensaba que iba a ganar. Nos ordenaron regresar al salón, pero ya no habían más clases y mis compañeros, felices por mí y por el salón, me alzaron en hombros, Los mayores se rieron bastante con aquella escena y, a la vez, es una escena que jamás se me borrará de la memoria. No estaba lejos el día del aniversario del colegio y recitábamos los ganadores. Fue la única vez que declamé en el auditorio del Club Peruano. Estaba más nervioso todavía, porque aquella vez declamé ante todos los alumnos del colegio, los profesores y los padres en un recinto que probablemente estaba lleno como cuando vi a mis compañeros bailar "Los Avelinos".

Sin embargo, dos años después (ya en otra escuela, pero con los mismos compañeros de aquel salón), no estaba contento del todo; quería recitar el poema completo alguna vez, pues solo había ganado con un fragmento de él. La ocasión se presentó el día del maestro; se lo dediqué a la profesora Canchaya; sabía que iba a sorprender a varios de mis compañeros que no habían leído el poema completo y que, probablemente, pensaban que iba a repetir el plato. Comencé y llegué hasta la parte donde había terminado la primera vez. Mis amigos esperaban un "gracias", pero sonreí y continué. Cada uno de los versos que siguieron los viví con nerviosismo. Sabía que no podía y no debía olvidarme; era una especie de reto para mí mismo. Cuando llegué al "Padre Nuestro que estás en los cielos ...", respiré aliviado y recibí los cariñosos aplausos de los padres y de los amigos con los que no iba a pasar mucho tiempo después de eso (solo año y medio le quedaba a esa especie de paraíso).

El tema principal de este post se aborda recién en este párrafo. Ese año la U.S.E. en un estertor de su funcionamiento, pues se desactivaría el año 1997, organizó un concurso de declamación por niveles en todos los campamentos en los que estaba presente la empresa "Centromín Perú". el motivo era el "Día de la Madre". Igual que la vez anterior hubo un concurso en el salón y salí elgido como representante. El principal problema era el concurso a nivel de los cuatro salones de sexto. Los otros representante también recitaban muy bien. Mi mayor temor era el chico de 6to "B". Cuando llegó el día, recité "El brindis del bohemio" (la parte final). Recité bastante nervioso ese día y no se me escuchó bien; quedé segundo lugar entre los cuatro; era suficiente para la clasificación, pues pasaban los dos primeros para competir con los dos primeros de quinto. El concurso era al día siguiente en la mañana. Mi horario de estudios era en la tarde. Practiqué un poco con mi papá ese día. Esperé con cierto temor el día siguiente. Llegó el momento y la música de acompañamiento no funcionó bien, lo que desconcentró. Para esto, el chico de quinto que me había antecedido había recitado excelentemente. Alexander Camayo se llama y no lo he vuelto a ver desde hace años, pero le debe ir bastante bien, porque era un chico muy inteligente. Estuve tenso y me faltó algo de soltura. Terminé y escuché un comentario de una profesora "los dos de sexto declamana muy bien", pero algo me decía que, tal vez, no había hecho lo suficiente. Sin las miradas de mis compañeros, tal vez, no me sentí tan confiado.

Mi papá escuchó cuando declamé y fuimos a descansar al carro. Comenzaron a dar los resultados y tenía una ligera esperanza. Llegaron, por fin, al último nivel; tal vez, la intuición o la experiencia de los concursos ganados hicieron que mi papá me dijera que estuviera tranquilo y que ya había llegado hasta ahí. salí del carro, cuando llegaron a mi nivel. Hasta donde recuerdo, no había escuchado mi nombre en el cuarto y el tercer puesto; y, de pronto, oí mi nombre en el segundo puesto (aunque puede ser que me equivoque), pero, al menos, eso creí escuchar. Un rayo hubiera sido menos doloroso; mi papá me abrazó. No lloré, pero, tal vez, porque no podía, pero estaba triste. Mi papá me animaba y me animé probablemente, porque, en la tarde, conté, con cierta tranquilidad, que no había ganado.

Alexander Camayo representó a la escuela primero a nivel de La Oroya en un concurso que no sé exactamente dónde se realizó. Me alegré de que le fuera bien; luego, representó a La Oroya frente a otros campamentos. Ese concurso era televisado por TV7 de La Oroya. Ahí, pude ver el concurso y hasta donde recuerdo Alexander ganó, lo cual fue una alegría para la escuela y para nosotros, pues era alguien de la escuela.

Años después, recitaría en el colegio "José Carlos Mariátegui"; por nervios, en dos ocasiones, me olvidé de la poesía. Recité en otras dos ocasiones en las que me fue bien. En el Salesiano, recité tres veces poemas a la Vírgen María y, en las tres, me olvidé el poema original. Sin embargo, gracias a una iluminación divina, pude improvisar versos en esas ocasiones que me valieron felicitaciones de profesores y compañeros; los textos que recitaba no eran tan conocidos; por lo tanto, todo eso pasó como si lo supiera de memoria. En esos años, dejaría la declamación por el canto, tema que será abordado en otra ocasión.

Volviendo al tema de los concursos; si bien ese año no viví una victoria individual en las declamaciones, viviría la más bacán victoria que puede haber: la grupal. El salón repitió el primer puesto que había logrado tres años atrás de manera conjunta en una evaluación de corte académico: el examen de la U.S.E., el cual será descrito en el siguiente post.

martes, 28 de abril de 2009

Defragmentando el discurso del diario Correo

Geraldo Flores Suárez


El escándalo de la semana pasada, motivado por cuatro publicaciones específicas del diario "Correo" (una foto y tres textos) respecto de la parlamentaria Hilaria Supa, ha generado un pronunciamiento de los docentes de la sección de Lingüística de la Pontificia Universidad Católica del Perú que resume de manera clara y consistente los argumentos que ofrece la Lingüística para refutar los planteamientos esbozados tanto en los artículos del diario "Correo" como en los comentarios generados en distintos espacios de opinión.

Este post, por otro lado, asumiendo los argumentos esgrimidos en este pronunciamiento, intentará explicar y analizar algunos de los planteamientos esbozados en el diario "Correo" y evidenciar que el afán "cultural" de estos textos denota un posicionamiento de lo prestigioso y lo no prestigioso; es decir, el discurso asumido tanto en el artículo "La congresista no tiene quien le escriba " como las editoriales de Aldo Mariátegui "Supa no supo" y "Comprensión de lectura" ponen como valor absoluto la capacidad de manejarse en el mundo académico como el requisito para ser mejor persona y mejor representante del país.

Comencemos pues a analizar paso a paso las posturas planteadas en este diario. El texto "Supa no supo" se anticipa a las críticas pues, conocedor, el redactor de la polemicidad de la postura esgrimida prefiere distinguir su labor textual de la de aquellos que pueden ser tildados de "racistas". Esto se nota en el siguiente fragmento:


"- Pongo el parche... No nos anima ningún ánimo peyorativo, excluyente, racista, clasista, costeñista, anti-indigenista, etc. contra la congresista humalista Hilaria Supa. Esto que quede claro, pues lo "políticamente correcto" se está volviendo asfixiante en nuestro país." (Mariátegui, "Supa no supo")


Sin embargo, hay una idea interesante de resaltar en este fragmento: la ironía de lo "políticamente correcto". Esto podría tener dos objetivos concretos: denunciar que lo "políticamente correcto" permite ocultar ideas que deben de "ser dichas" y que lo "políticamente correcto" es parte del discurso de un grupo que el autor del texto prefiere no explicitar. Ahora bien, resulta una categoría que permite homogeinizar distintos planteamientos de respeto y aprecio del "otro", con lo cual se desvaloriza las propuestas de respetar las diferencias a partir de la trivilización de afirmar que eso solo sería "políticamente correcto", es decir, pura hipocresía según este autor, con lo cual se ironiza sobre las propuestas de respeto de las diferencias culturales con la falacía de generalizar a todos en una sola categoría: todos los defensores serían hipócritas y a ninguno habría que hacerle caso. El ánimo facilista de evitar distinciones e invalidar lo que dicen los críticos resulta, entonces, bastante evidente.

El siguiente paso consiste en una concesión discursiva; por un lado, se plantea que hay un sentimiento de "pena" por la parlamentaria, pero se agrega un "pero" con lo cual se introduce en el discurso una idea opuesta a la anterior que sería la de oposición al sueldo de la parlamentaria, pues no está "mínimamente iluminada por las luces de la cultura".

"Y que quede claro también que más bien nos provoca pena que esta humilde mujer tenga esas carencias y no queremos hacer ninguna befa con ello. Pero no se puede pagar más de S/. 20 mil al mes y darle tanto poder y responsabilidades a quienes no están mínimamente iluminados por las luces de la cultura." (Mariátegui, "Supa no supo")

El uso de "la cultura" evidencia que Mariátegui presenta a un tipo de cultura determinado como el más deseable y el ideal. La razón que me hace afirmar esto es el uso del determinante definido "la" que permite especificar un tipo en particular frente a "una", por ejemplo, que es un determinante que no reduciría la "cultura" a la práctica de un solo grupo. Entonces, ¿cuál es "la cultura" a la que se refiere Mariátegui? Evidentemente, es la occidental, pues es la que le exige a los individuos el "buen manejo" de la lengua escrita y es la que la considera requisito para el "buen desenvolvimiento en sociedad". Sobre este tema los Nuevos Estudios de Literacidad han planteado que lo que más valora la sociedad occidental es la literacidad académica. Regresemos, por un momento, al primer apartado del pronunciamiento de los profesores de Lingüística de la PUCP.

"1. Existe una sustancial diferencia entre los apuntes personales, como un género especial de la lengua escrita, y otros textos de índole formal, que suponen un trabajo específico de elaboración y revisión. Esta distinción refleja la versatilidad de los redactores, quienes son capaces de distinguir entre diversas formas del código según el contexto en que la escritura se produce. Así, un redactor puede estar en condiciones de escribir a un amigo un mensaje electrónico en un registro coloquial y, minutos después, elaborar un artículo académico en un registro formal. Por tanto, desde el punto de vista lingüístico, es engañoso juzgar el manejo de la escritura que tiene un redactor sin tomar en cuenta esta distinción de géneros y registros."

Los apuntes personales constituirían elementos que participan de una práctica letrada que no es la académica con lo cual las exigencias del señor Mariátegui son infundadas, pues justamente se trata de una práctica letrada que no exige, según los canones de prestigio de la sociedad, un manejo "cuidadoso" de las formas normativas. Cualquiera que lea un cuaderno de una clase en la que el profesor apenas deja tiempo para copiar la idea se dará cuenta que siempre hay "detalles normativos" que se tiene que corregir, pues la premura no ha dejado que se realice el proceso de revisión; sin embargo, eso no resulta relevante, pues se trata de notas personales que, evidentemente, van a ser usadas solo por el que redacta y que no van a pasar por los juicios de las personas que provocan que los "buenos redactores" sean prestigiosos y que los que no manejan el "código culto" sean tildados de ignorantes o de personas de "bajo nivel". Hacer una manipulación entre distintos tipos de registros escritos o tipos de escritos como se ha evidenciado en las publicaciones del diario "Correo" resulta evidentemente tendencioso.

El artículo de Mariátegui confirma esa tendencia "academicista" en las líneas siguientes:
 
"Pues aquí lo que se pone realmente en debate es si es sano para el país que pueda acceder al Congreso alguien con un nivel cultural tan bajo, cuya ortografía y gramática revelan serias carencias y sin aparente ánimo de enmienda, porque no me digan que no es evidente que Supa rara vez agarra un libro, ya que está probado que la gente que lee poco es la que peor escribe al estar menos familiarizada con las reglas más elementales de redacción. " (Mariátegui, "Supa no supo")

"Una persona así posiblemente sólo se va a limitar a repetir lugares comunes, a oponerse a todo sólo por oponerse, a estar a la defensiva ante cualquier idea nueva, a ser prejuiciosa, a buscar llamar la atención mediante el escándalo antes que por la excelencia de sus iniciativas, a descalificar al adversario con el eterno recurso de victimizarse, a ser agresiva... Lamentablemente, todo lo anterior ha caracterizado a la congresista Supa y estoy seguro de que su respuesta consistirá en acusarnos de ser nazis y hacerse la víctima. No estamos en contra de que las personas elijan a congresistas con quienes se identifiquen, pero tampoco se puede ir a extremos y menos dejar de lado el mérito académico y la preparación. Por eso el voto debe ser voluntario y además debe haber requisitos extras para ser congresista, como grado universitario (aunque... ¿cómo escribirá la congresista humalista y abogada María Sumire?)." (Mariátegui, "Supa no supo")

Se duda de la capacidad intelectual de la congresista Hilaria Supa a partir de lo que se asume es el desconocimiento de la escritura en castellano. Los que los Nuevos Estudios de Literacidad han propuesto es que se suele identificar inteligencia con el manejo de la escritura; la Psicología y las pruebas que se han aplicado a personas que sabían escribir y que no han demostrado que lo letrado desarrolla una determinada competencia, pero que no hace más o menos inteligente a la persona; de hecho, en educación, se ha propuesto las inteligencia múltiples para evidenciar que tenemos diversos tipos de habilidades por desarrollar. Entonces, el intento de invalidar las opiniones de la parlamentaria por la suposición de que no "sabe escribir" es caer en el error de pensar de que el no manejar la escritura es equivalente a no pensar; por lo tanto, nada podría opinar alguien que no participa la práctica letrada académica según los que plantean esta forma de pensamiento y semejante analogía es racista. He podido ver comentarios que asumen el "racismo" como la discriminación por rasgos físicos. En realidad, el término 'racismo', hoy en día, en los espacios de discusión sobre temas sociales, ha ampliado su significado y ha pasado a designar a cualquier forma de diferenciación establecida a partir de prejuicios de parte de un grupo por sobre otro; esto sobre todo se genera a partir de diferenciaciones hechas por luchas de poder entre los grupos sociales. Recurrir a la discriminación implicaría el ejercicio del poder que tiene un individuo para querer establecer su diferencias de su grupo respecto de otro; de este modo, Mariátegui se presenta como parte del mundo académico que condena a Hilaria Supa y que le quita toda posibilidad de opinión, de más está decir que tal posicionamiento lo que evidencia es que no se concibe conocimiento algunos más allá del que está estipulado en lo escrito; caer en semejante simplificación de la realidad es realmente desconocer la complejidad de las habilidades y el conocimiento que pueden adquirir las personas a partir de otros medios y espacios, que no son necesariamente los letrados.

Por otro lado, en estas mismas líneas se ironiza sobre la parlamentaria María Sumire; curioso es que solo se la mencione a ella y no se mencione a otros congresistas. Recordemos un poco el fragmento:

"No estamos en contra de que las personas elijan a congresistas con quienes se identifiquen, pero tampoco se puede ir a extremos y menos dejar de lado el mérito académico y la preparación. Por eso el voto debe ser voluntario y además debe haber requisitos extras para ser congresista, como grado universitario (aunque... ¿cómo escribirá la congresista humalista y abogada María Sumire?)." (Mariátegui, "Supa no supo")

La pregunta inmediata sería por qué el redactor dedicó una línea a la otra congresista nacionalista que ha protagonizado enfrentamientos con distintos actores por motivos lingüísticos. ¿Será porque también es quechuahablante? ¿Será porque esa fue la respuesta que le dio esta congresista a Martha Hildebrandt cuando ambas se enfrentaron dos años atrás? ¿Será que la asunción de serranía de esta congresista es valedera para el redactor para hacer una generalización sobre las personas de la sierra y/o quechuahablantes? De ser afirmativas las respuestas a estas preguntas, entonces, la pregunta retórica de Mariátegui estaría evidenciando racismo hacia los quechuahablantes y/o hacia los que somos serranos (y no quechuahablantes, una lástima en mi caso, por cierto). Llama a suspicacia el que solo haya mencionado a una congresista que también ha estado vinculada con debates de corte lingüístico, que sea quechuahablante y de origen andino.

En el siguiente texto que Mariátegui le dedica al tema, aborda el segundo aspecto de la lecto-escritura: la comprensión. Afirma que lo han malentendido; veamos paso a paso en qué se basa para afirmar esto.
  

"Hasta ayer creía que era un serio problema para la calidad de nuestro Legislativo que existan congresistas que apenas saben escribir. Lamentablemente, el asunto es más serio, porque ayer el 90% de los que participaron en el debate sobre Supa demostraron -si es que se tomaron el trabajo de leer antes el editorial y el artículo referidos al hecho- que muchos de ellos no tienen una adecuada comprensión de lectura. En ambos textos advertíamos que tocábamos el tema porque nos preocupa que el bajo nivel intelectual del Congreso dañe tanto a nuestra democracia (somos uno de los países latinoamericanos que menos creemos en ella. Ver si no el Latinobarómetro) y origine que éste tenga una eterna desaprobación, y que incluso sea visto con desprecio y burla por los ciudadanos. Creemos que gente que tiene tanto poder y responsabilidades, amén de ganar más de S/.20 mil, debe tener una instrucción mínima." (Mariátegui, "Comprensión de lectura")

 
En este fragmento se evidencia el argumento del "bajo nivel intelectual". Otra vez el redactor está pensando en un solo tipo de inteligencia como en el artículo anterior, lo cual demuestra que su posición racista no ha variado en ningún sentido. Sería bueno repetir, en este apartado, que estoy asumiendo la concepción ampliada de 'racismo' que especifique en los párrafos anteriores. Es importante resaltar en este punto otro de los apartados del pronunciamiento de los profesores de la PUCP.
 
"2. Las faltas de ortografía y redacción contenidas en el texto fotografiado por Correo son expresión de la base fonológica y gramatical que la congresista Supa posee en virtud de su lengua materna, el quechua. Esta base genera, como es natural, una influencia en la adquisición del castellano como segunda lengua. Este tipo de influencia es común entre los bilingües quechua-castellano, quienes, en su gran mayoría, no han podido consolidar su aprendizaje del segundo idioma en condiciones apropiadas, como las que podría brindar la educación intercultural bilingüe, por razones políticas y económicas. Por tanto, no se puede juzgar la competencia en la escritura castellana de la congresista Supa como una dimensión independiente de su condición de quechuahablante, y hacerlo constituye una manipulación de los hechos lingüísticos."


El tipo de "nivel intelectual" requiere de un acceso a espacios educativos que están restringidos por distintos factores: económicos, ubicación, lengua, etc. Evidentemente, los requerimientos del señor Mariátegui implican un acceso a beneficios que no tienen todos los peruanos por igual. Entonces, un quechuahablante, por quien el Estado no tienen la misma preocupación que por los castellanohablantes, tendrá más dificultades por acceder a los mismos espacios y beneficios. Eso de ninguna manera invalida los otros conocimientos que puedan tener estar personas y que con ayuda de un conjunto de asesores, según sea el caso, puedan articular como la base de legislaciones concretas sobre temas vinculados con estas poblaciones a las que no se presta la adecuada atención. No me refiero, en exclusiva, al caso de esta congresista, porque el argumento que ha esbozado el autor es que la parlamentaria no tiene mucha producción en proyectos de ley, sino que me refiero, en general, a que los grupos que no han sido involucrados adecuadamente en la democracia peruana tienen todo el derecho a elegir el representante que consideren más apropiado y que conozca más sus necesidades. El trabajo de asesoría, en este caso concreto, tendría que ser el encargado de suplir lo que las desigualdades en el Perú han producido en toda su historia republicana.


En las líneas que siguen a este segundo editorial, Mariátegui afirma que no se basa en rasgos físicos. Esta respuesta plantea dos posibilidades: el autor no maneja el otro sentido de "racismo" y es muy lógico que defienda su posición a partir de esta distinción o, claramente, ha entendido el sentido, pero obvia el conocimiento de ese sentido para no comprometerse.

"Y advertimos que lejos estaba de nosotros cualquier tipo de menosprecio, racismo o burla hacia Supa (aunque anticipábamos que su línea de defensa para justificar sus "horrores ortográficos" sería la victimización y acusarnos de racistas, excluyentes, etc.). Aquí para nada importaba si la escritora era rubia o andina, si era Hilaria Supa o Luciana León (y sospechamos que seguramente no habría habido esa reacción de haberse tratado de León. Incluso con ella sí que muchos colegas y caricaturistas suelen ser muy racistas, pintándola siempre como frívola y bruta sólo por ser rubia y bonita. Y nunca he visto que el Congreso proteste por eso)." (Mariátegui, "Comprensión de lectura")
 
Deámosle el beneficio de la duda a Aldo Mariátegui, los prejuicios respecto de las prácticas letradas están tan internalizados que parecen ser las verdades obvias más evidentes y que no son refutables, pues son valores absolutos. Es probable que esto ocurriera; si esto es lo que ha acontecido, es deber de los receptores ser críticos y dudar de lo que puede parecer evidente, pues como se ha mostrado en las líneas anteriores pueden esconder formas de discriminación de las que no estábamos al tanto. Si después de esta crítica, se sigue discriminando, entonces, ese racismo ya es consciente y condenable desde todo punto de vista.
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Este segundo editorial concluye con un fragmento que solo se disculpa por haber herido la sensibilidad, pero que no reconoce la actitud discriminatoria y que evidencia la preferencia por lo académico; nótese la exigencia de personas con nivel superior en el Congreso como ejemplo de la preponderancia que tendría esta formación en una institución representativa.


"Si he herido la sensibilidad de Supa, pues ofrezco mis disculpas. Pero el artículo está bien hecho; se han recogido opiniones opuestas, no miente, no difama, no injuria y menos discrimina. Sólo recoge una realidad: la señora escribe muy mal en castellano (y ojo que su producción legislativa es ínfima). Y tenemos todo el derecho de cuestionar que gente sin instrucción superior esté en el Congreso. Faltaba más." (Mariátegui, "Comprensión de lectura")

Por otro lado, además de los editoriales de Mariátegui, el artículo aparecido el día 23 de abril en el diario 'Correo', "La congresista no tiene quien les escriba", también muestra elementos de representación de lo prestigioso frente a lo no prestigioso. Una muestra de ello sería el siguiente fragmento:


"Mientras el país estaba pendiente de las explicaciones que brindaba al pleno del Congreso el premier Yehude Simon sobre la brutal emboscada terrorista que acabó con la vida de 14 soldados en la zona del VRAE (Valle del Río Apurímac-Ene), una diligente congresista -cual eficiente estudiante tomaba apuntes del asunto. Se trataba de Hilaria Supa, parlamentaria del Partido Nacionalista Peruano elegida por la región Cusco, y a decir de lo que descubrió una reveladora foto de Correo, sus limitaciones en cuanto a ortografía y sintaxis dejan mucho que desear. Las tomas obtenidas del cuaderno de notas de la mujer de 49 años hablan por sí solas." (Diario Correo, "La congresista no tiene quien le escriba")

 
El artículo se atribuye el papel "corrector" con lo cual ejerce un poder mediático como lo ejercería un docente con una alumna; se nota esto, además, con la analogía con la categoría de "estudiante" que esboza el fragmento; la conclusión final es la misma que emitiría un docente al evaluar la competencia en lectoescritura de una alumna. En esto, se nota cómo se conceptualiza el redactor como el que tiene la facultad de imponer una reconvención y que las notas estarían estableciendo un motivo para la amonestación.
 
El artículo, además, presenta dos posiciones; la primera redunda en los criterios para escoger a candidatos, pero, al mismo tiempo expresa cierta tendencia hacia los requisitos académicos al poner de relieve una categoría como el "estar debidamente preparado" y de "requerir una preparación no solo en el sentido de instrucción". Al decir "no solo" ya se está asumiendo que esta es parte del proceso de requisitos.
 
«Para el secretario técnico de la Asociación Civil Transparencia, Percy Medina, [...] "Los partidos políticos son los únicos autorizados a presentar listas de candidatos (al Congreso), y son el filtro que tendría que garantizar su identidad, calidad, trayectoria y formación ética. Es su responsabilidad proponer a los electores personas que tengan la trayectoria personal y política que les permita interpretar lo que quiere la gente que se fiscalice y legisle", indicó. CUALQUIERA, NO. Medina enfatizó además que es primordial que los partidos políticos se aseguren de que aquellas personas que proponen para algún cargo público se encuentren debidamente preparadas. "No solamente se requiere preparación en el sentido de instrucción, sino también la ética es clave. Un partido político -antes de presentar su lista- tiene que estar seguro de que las personas que está presentando tienen una trayectoria de honestidad, de compromiso... No se puede presentar a cualquiera", opinó» (Diario Correo, "La congresista no tiene quien le escriba")
 
Por otro lado, también se presenta una postura inclusiva y que asume que la representación trasciende el manejo de la lectoescritura, tal como lo plantea Mariátegui. En el segundo editorial, él aborda este planteamiento como si se hubiera prestado atención a todos los posicionamientos, pero ese intento de defensa queda desvirtuado con la propia opinión expuesta en ese editorial.
 
"Por su parte, el director ejecutivo de Reflexión Democrática, José Élice, dijo que Supa -más allá de su condición de quechuahablante- tiene derecho a ocupar un cargo político. No obstante, agregó que era responsabilidad de su partido -y sobre todo de su bancada- asesorarla y apoyarla en la revisión de la estructura y el fondo de los proyectos que presente. "Puede haber personas que escriban pésimo, pero que pueden dar aportes bien interesantes o que conocen otras realidades que todos no conocemos. Y tienen todo el derecho de participar en el Congreso. Si no respetamos ese derecho, estaríamos hablando de un Congreso elitista, académico", acotó. " (Diario Correo, "La congresista no tiene quien le escriba")
 
Se ha notado, con un análisis somero, que sí hay una actitud racista en los planteamientos esbozados en los editoriales de Aldo Mariátegui entendido como el posicionamiento a favor de lo que es considerado prestigioso por los grupos que tienen mayor acceso a lo académico. Es decir, esta concepción trasciende la discriminación por rasgos físicos y engloba distintas tipos de discriminación.
 
Una revisión más detallada de los últimos puntos abordados en el pronunciamiento elaborado por los profesores de la PUCP permite resumir los argumentos más contundentes que pueden rebatir y refutar una posición tan discriminatoria. Revisémoslos de nuevo.
 
"3. Los problemas de ortografía propios de los bilingües, como el cambio de las vocales i/e y u/o y las faltas de concordancia, constituyen elementos importantes de un estereotipo acerca de los quechuahablantes que se ha generalizado en una sociedad jerarquizadora como la peruana. Este estereotipo consiste en pensar que dichos hablantes son, por necesidad, individuos carentes de inteligencia, cultura y educación, individuos que pueden ser calificados, en suma, de personas ignorantes. De este modo, a partir de las faltas mencionadas, Correo infiere que la congresista Supa posee las características descritas, lo que queda reflejado en el titular de portada “¡Qué nivel!” (Correo, 23/4/09) y en la columna de su director (24/4/09), en la que afirma: “Tocábamos el tema [de la escritura de la congresista] porque nos preocupa que el bajo nivel intelectual del Congreso dañe tanto a nuestra democracia”. Queda claro, pues, el carácter discriminador de este procedimiento, basado en un estereotipo."

"4. Otro hecho que es indispensable considerar en este caso reside en que las interferencias del sistema vocálico y de la sintaxis del quechua en el castellano constituyen dos de los rasgos lingüísticos más estigmatizados por los monolingües castellanos en el habla de los bilingües; es decir, estamos ante una de las características lingüísticas que con mayor frecuencia se utilizan para juzgar negativamente a dichos hablantes y discriminarlos. Quienes insisten en juicios como los que son materia de este pronunciamiento contribuyen a perpetuar una manifestación de violencia lingüística que se ha venido infligiendo en el Perú desde hace siglos contra los hablantes de lenguas indígenas cuando se expresan en castellano."
  

"5. Todas las lenguas constituyen una reserva de sabiduría acumulada por generaciones de hablantes que han tenido una particular e irrepetible relación con el mundo. Desde el punto de vista lingüístico, valen tanto, pues, el quechua como el castellano, el asháninka como el inglés, el shipibo como el chino. Sin embargo, en nuestro país, la falta de manejo de un aspecto del castellano —la escritura— se entiende por algunos como una carencia inadmisible en alguien que ejerce un cargo de representación, mientras que gran parte de los hablantes del castellano no reconocen como un problema la ignorancia de aspectos básicos del quechua, del aimara y de las lenguas amazónicas. Desde nuestro punto de vista, esta percepción expresa falta de cultura y, a la vez, refleja la desigual distribución de espacios de poder no solo para las lenguas peruanas sino también para sus hablantes."

 
En estos puntos se explica claramente que se está cayendo en los estereotipos "de siempre" por el desconocimiento que hay sobre el tema de los distintos tipos de habilidades cognitivas que tienen las personas. Asumir que el no manejo de la escritura involucra un estado de no inteligencia y, por lo tanto, un atentado contra la democracia resulta una vinculación que no tiene ningún asidero en la ciencia y tampoco en la teoría social. Lo que sí se evidencia con este tipo de postulados es la asociación libre de campos que no están vinculados directamente con cierta alevosía, pues se quiere difundir la semilla de preconcepciones racistas que, al ser asumidas como naturales por los individuos, las asumirán como verdades irrefutables. Nada está más lejos del complejo entramado que constituye las inteligencias de los seres humanos y del conocimiento que tengan (sea académico o no) para realizar aportes a la sociedad.

lunes, 27 de abril de 2009

Pronunciamiento de los profesores de la Sección de Lingüística de la PUCP

Los profesores de Lingüística de la Pontificia Universidad Católica del Perú se han pronunciado respecto del lamentable y racista tratamiento que han recibido en el diario "Correo" los apuntes personales de la parlamentaria Hilaria Supa. Este blog se ha permitido reproducir el texto del pronunciamiento en aras de la difusión de la posición de los especialistas en Lingüística sobre el tema.
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Pronunciamiento de los profesores de la Sección de Lingüística de la Pontificia Universidad Católica del Perú

A LA OPINIÓN PÚBLICA

Frente a la reciente publicación, en un diario local (Correo, 23/4/09), de apuntes personales redactados por la congresista Hilaria Supa durante un debate en la sede del Congreso, los profesores de la Sección de Lingüística de la Pontificia Universidad Católica del Perú expresamos a la opinión pública lo siguiente:

1. Existe una sustancial diferencia entre los apuntes personales, como un género especial de la lengua escrita, y otros textos de índole formal, que suponen un trabajo específico de elaboración y revisión. Esta distinción refleja la versatilidad de los redactores, quienes son capaces de distinguir entre diversas formas del código según el contexto en que la escritura se produce. Así, un redactor puede estar en condiciones de escribir a un amigo un mensaje electrónico en un registro coloquial y, minutos después, elaborar un artículo académico en un registro formal. Por tanto, desde el punto de vista lingüístico, es engañoso juzgar el manejo de la escritura que tiene un redactor sin tomar en cuenta esta distinción de géneros y registros.

2. Las faltas de ortografía y redacción contenidas en el texto fotografiado por Correo son expresión de la base fonológica y gramatical que la congresista Supa posee en virtud de su lengua materna, el quechua. Esta base genera, como es natural, una influencia en la adquisición del castellano como segunda lengua. Este tipo de influencia es común entre los bilingües quechua-castellano, quienes, en su gran mayoría, no han podido consolidar su aprendizaje del segundo idioma en condiciones apropiadas, como las que podría brindar la educación intercultural bilingüe, por razones políticas y económicas. Por tanto, no se puede juzgar la competencia en la escritura castellana de la congresista Supa como una dimensión independiente de su condición de quechuahablante, y hacerlo constituye una manipulación de los hechos lingüísticos.

3. Los problemas de ortografía propios de los bilingües, como el cambio de las vocales i/e y u/o y las faltas de concordancia, constituyen elementos importantes de un estereotipo acerca de los quechuahablantes que se ha generalizado en una sociedad jerarquizadora como la peruana. Este estereotipo consiste en pensar que dichos hablantes son, por necesidad, individuos carentes de inteligencia, cultura y educación, individuos que pueden ser calificados, en suma, de personas ignorantes. De este modo, a partir de las faltas mencionadas, Correo infiere que la congresista Supa posee las características descritas, lo que queda reflejado en el titular de portada “¡Qué nivel!” (Correo, 23/4/09) y en la columna de su director (24/4/09), en la que afirma: “Tocábamos el tema [de la escritura de la congresista] porque nos preocupa que el bajo nivel intelectual del Congreso dañe tanto a nuestra democracia”. Queda claro, pues, el carácter discriminador de este procedimiento, basado en un estereotipo.

4. Otro hecho que es indispensable considerar en este caso reside en que las interferencias del sistema vocálico y de la sintaxis del quechua en el castellano constituyen dos de los rasgos lingüísticos más estigmatizados por los monolingües castellanos en el habla de los bilingües; es decir, estamos ante una de las características lingüísticas que con mayor frecuencia se utilizan para juzgar negativamente a dichos hablantes y discriminarlos. Quienes insisten en juicios como los que son materia de este pronunciamiento contribuyen a perpetuar una manifestación de violencia lingüística que se ha venido infligiendo en el Perú desde hace siglos contra los hablantes de lenguas indígenas cuando se expresan en castellano.

5. Todas las lenguas constituyen una reserva de sabiduría acumulada por generaciones de hablantes que han tenido una particular e irrepetible relación con el mundo. Desde el punto de vista lingüístico, valen tanto, pues, el quechua como el castellano, el asháninka como el inglés, el shipibo como el chino. Sin embargo, en nuestro país, la falta de manejo de un aspecto del castellano —la escritura— se entiende por algunos como una carencia inadmisible en alguien que ejerce un cargo de representación, mientras que gran parte de los hablantes del castellano no reconocen como un problema la ignorancia de aspectos básicos del quechua, del aimara y de las lenguas amazónicas. Desde nuestro punto de vista, esta percepción expresa falta de cultura y, a la vez, refleja la desigual distribución de espacios de poder no solo para las lenguas peruanas sino también para sus hablantes.

6. Por todas estas razones, los profesores de la Sección de Lingüística de la Pontificia Universidad Católica del Perú condenamos este acto de discriminación y violencia lingüística. Actos como estos son inaceptables en una sociedad democrática, embarcada en la búsqueda de una convivencia creativa y enriquecedora entre sus diversas matrices culturales. Sin embargo, nos complace, al mismo tiempo, ser testigos de la pluralidad de reacciones en contra que este hecho lamentable ha generado.

lunes, 6 de abril de 2009

Metáfora de un día

Hoy, la noche ha cubierto este mundo en el que solo se respira esperanza, sueños e ilusión. Hoy, el aire ha traído a mi ventana la suave idea de un mañana en el que despertaré emocionado y encontraré esa canción sonando en tu mente como en la mía.

Hoy, y no otro día, sabré que estás oyendo mi voz lejana, la que compone o canta, la que teje versos o suma notas, la que se eleva, la que entona la melodía del ocaso y de la oscuridad.

Hoy, las palabras se conjugan en una conspiración para reflejar la emoción a flor de piel que ha dejado la respuesta que ha transmitido el viento, viento que ahora me rodea y pasa a mi lado, pero que, a la vez, se detiene como ante Moisés se detuvo el mar.

Hoy, se han confabulado las notas de esa brisa fluvial con la sucesión de cipreses que a mi me alrededor te interrogan y me contestan. Hoy, me han hablado del canto de las aves que despertarán el amanecer, las que recordarán el día en mi lejanía

Hoy, el puente se ha cruzado en medio de un ocaso que ya va anunciando tormenta, la que me anuncia que ya no es hoy, sino mañana, la del doloroso despertar.

lunes, 30 de marzo de 2009

El hospital de Chulec

Les recomiendo que lean el artículo escuchando la música del video, porque creo que expresa el sentimiento infantil que pretende el texto.
http://www.youtube.com/watch?v=FcOt6mfjxeA

Los datos sobre las imágenes están colocados al final de este artículo. Están consignadas debidamente las páginas en las que han isdo encontradas. En este link http://www.guiarte.com/mapas-destinos/satelite_poblacion_la-oroya.html , pueden ver La Oroya por medio de satélite.

Hoy no he ido a la escuela y no sé por qué papá me está dejando dormir un poco más; ya no tengo mucho sueño; está en la cocina preparándome el desayuno, siempre que puede lo hace. Me dice que me vista y que me ponga el uniforme por sea caso; ummm ¿por sea caso? Bueno, estoy mal; supongo que es por eso. Papá hoy ha preparado papas fritas con huevo frito. Estamos tomando una taza de café con leche y comiendo lo que preparó; mi mamá se ha ido temprano a trabajar; a veces, se turnan para llevarme donde mi abuelita y estar con ella hasta que ellos terminen de trabajar. Se han llevado temprano a mi hermana donde mi abuelita; ¿qué iremos a hacer hoy en el que no estoy yendo a la escuela?

Me dice que me abrigue y que baje las escaleras mientras él baja la bicicleta [1]. Luego de colocar la alfombrita y el cojín, me subo atrás donde hay un asiento de metal y me sujeto de mi papá para no caerme. Iniciamos la travesía en Marcavalle. Necesariamente, tenemos que ir, en un tramo, por la carretera central, porque no queda de otra; de esta manera, pasamos por el S.E.Y.O. [2] , el sector de Huampaní, el sector de Buenos Aires, el sector de Santa Rosa, el sector de Esmeralda (ubicados todos estos sectores al lado derecho de la carretera yendo en la dirección Lima - Huancayo) hasta llegar al sector de Huaymanta [3]. Giramos a la izquierda; entramos como dirigiéndonos a las casas de ese sector, pero, en realidad, antes de cruzar el puente que está sobre el río Yauli, y que separa la carretera central de esas casas, volteamos hacia la derecha en línea paralela a la línea del tren. Avanzamos por ahí hasta llegar a otro sector denominado Los Plomos [4], en el que nos separamos de la línea férrea y entramos a una pista de tierra. En ese lugar, transita más gente y veo salir de los campamentos a distintas señoras que van a lavar a las piletas ubicadas entre los jirones de campamentos y a niños que todavía son muy chicos como para ir a la escuela jugar con otros. Luego de pasar por ahí y por la "Casa de Piedra", llegamos a la zona de Railway y, antes de entrar al lugar donde paran los carros que van a Lima, Huancayo y Tarma, cruzamos otro puente que pasa sobre el río Yauli y que nos conduce a la carretera que lleva a Tarma. Avanzamos por el sector conformado por el Hotel Inca, el edificio Sesquicentenario, Torres Hidro; llegamos al sector de Amachay (todos estos sectores ubicados a la derecha de la carretera cuando uno va de La Oroya a Tarma); mi escuela está cerca, pero pasamos de largo; ya estamos llegando a la entrada del campo de Golf (un inmenso campo de juego de la época de la Cerro de Pasco y que ahora es un campo recreacional). Acabo de adivinar hacia donde nos dirigimos; al llegar a la garita mi papá habla con el vigilante y pasamos el puente que cruza el río Mantaro. Acabamos de entrar a una zona bonita de La Oroya: Chulec. Solo los altos jefes y los profesionales de alto rango que trabajan en Centromín Perú viven ahí; en ese lugar, también está el hospital en el que nació mi hermanita. Subimos por la carretera que lleva hacia este centro de atención, porque está más arriba. Al llegar, ya sé adonde me tengo que dirigir; entro al Área de Pediatría como 'Pedro por su casa'.


Me siento mientras espero que mi papá vaya a hacer trámites que no entiendo; luego, viene y se sienta junto a mí. Me llaman; paso la consulta médica y el resultado es una inyección y una parte de mí no quiere, porque sabe que va a doler; sin embargo, otra parte de mí sabe que es la mejor manera de curarme y paso a la segunda sección del consultorio para que me inyecte la enfermera. No recuerdo claramente, pero creo que a este mismo lugar me trajeron un día en el que metí la mano a la rueda de la bicicleta y me mordíeron los dedos los rayos de esta rueda. Ese recuerdo es borroso, porque solo recuerdo esa sala iluminada, y al médico y a la enfermera que preparaban un instrumental. No recuerdo nada más. Probablemente, me dormí.

Este es el mismo hospital donde operaron a mi tío abuelo cuando lo atropellaron y una piedra entró ligeramente en el cráneo y no podía ser removida. La extracción fue exitosa. Es el mismo hospital, habían operado de la vesícula a mi abuelita. En ese lugar, habían salvado varias veces a los distintos hijos de mis abuelitos, entre ellos a mi mamá. En ese hospital, había un mural pintado por papá Apolonio. Todos hablaban bien de ese hospital. Era considerado, tal vez, el mejor de toda la región central y, ahora, yo estaba ahí con el miedo a la inyección. La recibí porque sabía que no había manera más rápida de curarme. Ahí trabajaba una tía mía, pero yo no la conocía mucho; solo la veía cuando uno de los que iban conmigo iba a buscarla.


Hemos regresado a la bicicleta y emprendemos el camino de regreso. No voy a ir a la escuela hoy día; ya es un poco tarde. Paso por los mismos sectores y me emociona por semejante paseo en bicicleta por casi toda la ciudad al lado de la carretera y con los carros pasando a nuestro costado. Voy con mi papá y confío en que, con él, puedo enfrentar lo que sea.

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El hospital de Chulec fue creado en tiempos de la empresa Cerro de Pasco Cooper Corporation. Tal como informa el Dr. Emilio Marticorena, a quien en varios momentos oí nombrar en mi vida, es en este hospital que se ubica la base del Centro de Investigaciones Médicas de Altura (CIMA), lo cual le otorga fama nacional e internacional por ser un centro de investigación que aporta bastante a la literatura médica respecto de las enfermedades y tratamientos de las distintas dolencias que pueden aparecer en la altura. Este hospital, si bien todavía sigue en funcionamiento, entra en decadencia en los años noventa con la privatización de Centromín Perú, pues se comienza a reducir personal y a dejar de lado las implementaciones que se iban a llevar a cabo. Con el transcurso de los años, ha reducido cada vez más su capacidad de atención y no se han llevado a cabo modernizaciones ni contratación de personal nuevo. Uno a uno los antiguos especialistas se han ido retirando y han migrado a otras zonas del país. Lo que queda ahora es una sombra del gran hospital que alguna vez fue y que todos los que han podido atenderse ahí, por tener algún vínculo con la empresa, aún extrañan.

Con la decadencia del hospital de Chulec, se perdió no solo un gran centro de desarrollo médico, sino que se perdió uno de los pocos lugares en los que los pobladores confiaban en términos médicos. Aún hoy, como mudo testigo de la decadencia que invadió La Oroya (la cual podría ser un capítulo complementario del libro "Todo lo sólido se desvanece en el aire" de Marshall Berman) se puede ver las columnas e inicios de los cimientos de una construcción que iba a complementar el hospital (con la privatización fomentada por Fujimori, todo eso se detuvo).

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[1] Yo vivía en un departamento que estaba ubicado en el segundo piso del block W del sector de Marcavalle.

[2] Sindicato de Empleados de Yauli - La Oroya

[3] Sector de campamentos que han sido destruidos y ya no existen el día de hoy.

[4] Sector de campamentos que también han sido destruidos y que tampoco existen.


Imágenes:

Imagen 1: Paradero de Marcavalle (foto de Govert-Jan Mennen) - Extraída de http://www.virtualperu.info/cities_la_oroya.html

Imagen 2: Sector de Buenos Aires / Carretera central (foto de Antonio Bonora) - Extraída de http://www.virtualperu.info/cities_la_oroya.html

Imagen 3: Sesquicentenario y Torres Hidro (vista como si se regresase de Chulec a la zona de Railway) - Extraída de http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=571541

Imagen 4: Sector de Amachay (foto de Heidi ....) - Extraída de http://picasaweb.google.com/heidi.loh/PeruNovember4182007#5138100036380838098

Imagen 5: Hospital de Chulec (foto de Aquiles Monroy y Hegel Salazar) - Extraída de http://altitudchulec.blogspot.com/2009/02/chulec-cima-historia-de-la-medicina.html

Imagen 6: Casas de Chulec (foto de Aldo Malpartida) - Extraída de http://www.flickr.com/photos/32891213@N00/454487671/

martes, 17 de marzo de 2009

Madrugadas de La Oroya a Huancayo

"Gerald, hijo, despierta; ya son las 3:30 y a partir de las 4:00 comienzan a pasar los carros". "Sí ma" o "sí pa" eran las respuestas que solía dar. Después de eso, debía levantarme, a pesar del frío o la hora, para tomar el bus que pasara en la ruta Lima-Huancayo. Entiendo que ustedes se dirán, con toda razón: "¿Y a santo de qué ese pequeño diálogo?" No desespereís que acá va la respuesta.

Estas palabras pertenecen a una madrugada de lunes cualquiera del año 2000. Aquel año la privatización y la conversión de educación fiscalizada en educación pública me habían llevado a mi último destino como estudiante escolar: el colegio Salesiano "Santa Rosa". Mi paso por la educación pública había sido bueno: académicamente había destacado; no obstante, mis padres no estaban conformes con lo que, ya en el Salesiano, conocería con el nombre de "formación integral". Ese sería el objetivo de mi traslado. La reflexión y conciencia que adquirí en este colegio, probablemente se debió tanto a la formación en este centro educativo como al alejamiento de mi familia (no es lo mismo estar a los 15 años con tus padres y hermanos, que extrañarlos todos los días con un hecho tan trivial como el almuerzo). Esa es la forma mas no el fondo de este post, pues, sobre todo, quiero hablar de las formas de viaje de La Oroya a Huancayo a través de la anécdota.

Una vez abrigado, salía y caminaba como unos 150 metros hasta donde tenía que tomar el carro. El paradero se llamaba Grifo Marcavalle o Marcavalle (así lo conocen hasta hoy los transportistas que transitan por ahí y tienen que bajar pasajeros en plena ruta hacia la selva o alguna ciudad serrana de más allá, porque ese es el nombre del sector donde vivía). Ahí, las opciones de que buses como "Ormeño" o "Cruz del Sur" pararan era nula o casi improbable, lo cual habla muy bien de su política empresarial de no incomodar al pasajero, pero también de su nula u obcecada (por ser amables con ellos) visión empresarial. Digo esto porque las demás empresas que, en ese tiempo, podían cobrar 8 soles para ir de Huancayo hacia Lima cuando llegaban a La Oroya aumentaban el precio a 10 0 12 soles y la gente igual subía. Es decir, muchos en La Oroya gustan de la comodidad y el confort, y, si se trata de tener un buen servicio, pagarían la suma adecuada para tenerlo (implicando con eso que podrían haber tenido una agencia ahí, pero, bueno, para que se den cuenta de esto empresas que solo viven de la capital, como muchas veces sucede, tendría que ocurrir un milagro inesperado. En fin, seguiré con mi relato.

Entonces, evidentemente, las empresas que me llevaban eran otras (Salazar, Etucsa, Carmelitas, etc. en un arranque de piedad o de querer ganar alguito podían llevarlo a uno). Dependía mucho de si hubiera asientos o de si el carro se veía seguro; casi siempre me acompañaba al paradero mi papá o mi mamá, valientes ellos por acompañarme con todo el frío que hacía. Ahora, antes de seguir, quiero aclarar que no era la única forma de llegar a Huancayo. Entonces, ¿por qué escogía esa?

La primera opción que tenía era salir con los autos que cobraban 15 soles y salían a a partir de las 5 de la mañana. Esta opción ya la había escogido al principio del año y tenía los siguientes inconvenientes: tenía que salir con el uniforme puesto (porque llegaba a Huancayo a tomar el carro que me llevaba al colegio), tenía que llevar todo mi equipaje al colegio, podía llegar tarde (porque los autos salían recién al llenarse y, por ejemplo, una vez llegué 8:30 a.m. porque el carro no se llenó hasta 6:20 a.m.), había conductores amables y conductores malcriados (con lo que quiero decir que algunos te alcanzaban frezadas para que uno se abrigue y otros abrían la ventana como si de la costa se tratara y no les importaba el frío que hacía), no tomaba desayuno, me tensaba demasiado con lo de la tardanza, etc.

La segunda opción consistía en viajar el día anterior para lo cual podía tomar los carros "América". Estos carros pertenecían y pertenecen a una empresa que se caracterizaba por hacer en cuatro horas lo que los autos hacían en 2 horas o 2 horas y media, porque ellos sí se detenían a cada rato (la gente de los pueblos de la ruta, mayormente, no tiene cómo desplazarse, así que eso resulta entendible y no estoy criticando del todo eso). Esta empresa solo realizaba viajes de día, nunca de noche; el primer carro estaba disponible a partir de las 6:00 a.m., pero, hasta que se llenara, podía pasar una hora y media, con lo cual quedaba descartado viajar la madrugada de lunes. Pero, un momento, "¿y por qué no viajabas domingo?" me estarán preguntando en sus cabezas. El primer inconveniente era que yo tenía que hacer constar mi asistencia a misa, es decir, hacer firmar mi cartilla (para el colegio), y me gustaba ir a la misa de las 6:00 p.m. de los domingos en Marcavalle. La segunda razón es que para mí era muy difícil irme en domingo, porque los fines de semana eran los únicos momentos que podía estar con mi familia y con las personas de la ciudad que conocía. Huancayo era un mundo nuevo y todavía inexplorado en ese año. Resultaba difícil no estar tentado a quedarse lo más posible, hasta que la última oportunidad quedara desgastada y no me quedara más remedio que irme otra semana.

Por lo tanto, por todo eso, subía a los carros que pasaban de Lima hacia Huancayo. Llegaba alrededor de las 6:00 a.m., con tiempo para dormir un poco tal vez y tomar algo de desayuno, alistarme tranquilo y salir hacia el colegio. Cada una de las madrugadas en las que subí a esos buses pensé en distintas cosas. Una vez me hicieron subir al pasillo que comunica la cabina del chofer y las escaleras (ese día estaba con mi tía, que viajaba por otra razón) y me puse a pensar a todos los que viajan encerrados y sentía que era una lástima no poder observar nada de los paisajes que recorres). Otro día viajé en las escaleras de la cabina y, a pesar de que tenía que moverme a cada rato, conforme subían o bajaban las personas, me gustó poder observar de manera tan panorámica los lugares por los que pasábamos. Las demás veces subí a distintos asientos dentro del bus, siempre dedicaba un rato de mis pensamientos a mi familia, a cómo me dolía dejarlos semana a semana para ir a estudiar a otra ciudad pensando que tal vez un solo error del conductor podía privarme de ellos, aunque siempre confiaba en lo que me decían en el colegio: "Todo aquel que llega a una casa salesiana, llega de la mano de María Auxiliadora". Y yo lo creía y hasta el día de hoy lo creo. En otras ocasiones, pensaba en mis amigos tanto de La Oroya como de Huancayo; a veces, iba escuchando mi walkman y también pensaba en la chica que me gustaba por aquel entonces.

No todo eran pensamientos; algunas veces tuve que leer libros para controles de lectura ("La palabra del mudo" fue uno de ellos) o mis cuadernos para los exámenes. Me ayudaba de una linterna que tenían mis papás y que, en un viaje de campo de lingüistas, se terminó de malograr. Casi siempre, los buses entraban a Jauja y ahí subían a vender panes y otros bocados hechos de harina. No compré muchas veces esos productos, pero, de vez en cuando, me antojaba y compraba. A partir de ese lugar, volvía a dormir, pero cada vez más tenso porque ya íbamos a llegar y tenía que estar atento para no pasarme del paradero donde tenía que bajar. De lo contrario, iba a tener que tomar taxi. Nunca me pasé por quedarme dormido.

El regreso podía ser en auto o en bus, pues ya no había apuro. Al principio, era los viernes a las 2:00 p.m., apenas salía del colegio. Luego de la primera mitad del año, tenía que volver los sábados, porque comencé a estudiar inglés en el ICPNA de Huancayo. Estos ya son otros temas y el viaje ya quedó relatado.

jueves, 5 de marzo de 2009

De los proyectores de cine a los tableros de dibujo

Al promediar el año 1954, un supervisor se dirige a la oficina del director de Relaciones Industriales porque uno de sus trabajadores se había ausentado durante tres días; en el mismo recinto, se encontraba el mencionado trabajador. Una vez que el director hubo escuchado la queja le informa lo siguiente al supervisor: “El señor Suárez ha sido transferido al área de Entrenamiento”. Es así que se da el cambio de ocupación de este trabajador que (para mayores detalles) es mi abuelito.

El año 1948, don Apolonio Suárez ingresa a trabajar a lo que en ese entonces era la empresa Cerro de Pasco Cooper Corporation; su primera labor fue la de bibliotecario y encargado de la limpieza en el cine Club Peruano. Este recinto estaba bajo la administración de esta empresa. Luego de un año trabajando en esta ocupación, Apolonio Suárez asume otras dos funciones: la de operador de los proyectores del cine y la de dibujante de las propagandas de las películas. De esta manera, todos los días, en un corredor en el que se ubicaba el material publicitario cinematográfico, el señor Apolonio pintaba y hacía letras alusivas a la proyección de ese día en dos pizarras, en las cuales según nos cuenta el señor Apolonio se ponía la publicidad de la película de ese día y la del día siguiente. Por otro lado, el señor Suárez también se encargaba de operar las maquinarias de proyección de filmes; esta labor la tenía que realizar durante las tres funciones del día: matinée, vermouth y noche, salvo los días domingos en los que había una función adicional matinal. Como es natural, estos proyectores necesitaban de mantenimiento; por lo tanto, la curiosidad y el deseo de saber hicieron que el señor Apolonio estudiara cine por correspondencia a través de una institución argentina. El afán fue tan grande que también estudió por correspondencia para ser técnico en radio y televisión, lo cual se hizo a través de una institución norteamericana; inclusive, esta institución le envió un radio desarmado como una especie de evaluación para que él construyera este artefacto. Regresando al tema cinematográfico, estos estudios le permitieron encargarse del mantenimiento de las máquinas y, con esto, tener mayor dominio de su área de trabajo. Como un adicional a todos estos trabajos, también se encargaba de elaborar las diapositivas publicitarias que se proyectaban antes del comienzo de la película. Estas diapositivas se elaboraban en cristales de 6 cm por 9 cm, lo cual demandaba un esfuerzo bastante grande porque implicaba hacer dibujos y letras en miniatura. Estas labores las realizó el señor Suárez durante un promedio de cinco años.

Casi al término de la temporada de trabajo en el cine, durante el tránsito del supervisor del área de Entrenamiento de la empresa hacia su diario trabajo, observó los dibujos y letras realizados por el señor Suárez para la publicidad del cine. Esto motivó que dicho supervisor se comunicara con el director de Relaciones Industriales de esta empresa; de este modo, don Apolonio fue llamado a la oficina del director ya mencionado para que pase un examen en el área de Entrenamiento. Como era de esperarse, el señor Apolonio pasó con éxito esta evaluación y el director le dio tres días de prueba para evaluar si el nuevo trabajo era más conveniente o no; como ya se habrán imaginado ustedes, esos tres días son los mismos por los que el supervisor del párrafo inicial se iba a quejar. Entonces, en ese encuentro, se le comunica al antiguo supervisor el traspaso de su ex trabajador a otra área de trabajo.

Las funciones que tenía el señor Suárez en esta nueva ocupación eran las de hacer gráficos ilustrativos para poder instruir a los distintos trabajadores (ya sean obreros, empleados, ingenieros, etc. ) acerca de los distintos procesos que se llevaban a cabo en las distintas áreas de esta empresa minero – metalúrgica. Según nos cuenta el señor Apolonio, por ejemplo, diseño gráficos que se vinculaban con el proceso de elaboración de los concentrados de plomo y cobre. Por ende, se puede notar que la labor de esta nueva área era elaborar materiales ilustrativos – educativos para los distintos operarios de la empresa. Al promediar el año 1972, ya estaba formada oficialmente el área de Artes Gráficas y, más o menos unos ocho a diez años después, el señor Suárez rinde y aprueba una evaluación para encargarse de la supervisión de toda el área de Artes Gráficas. Es necesario recordar que ya para este entonces la empresa Cerro de Pasco ya no estaba en funcionamiento porque había sido nacionalizada y, en su cambio, estaba operando la empresa Centromín Perú. Además, es necesario recordar también que La Oroya, lugar donde trabajaba el señor Suárez, había sido y era el núcleo del área de influencia de las dos empresas pues, en esta ciudad, se procesaba todo el mineral traído de los distintos campamentos; entre ellos, podemos enumerar a Morococha, Yauricocha, Casacalpa, Cobriza, Andaychagua, San Cristóbal, Cerro de Pasco, Lima, etc. Entonces, la labor gráfica del señor Suárez implicaba tanto ocupaciones que se realizaban en La Oroya como en otros campamentos, con lo cual el trabajo era mucho mayor.

El año 1995, ya en pleno proceso de privatización de Centromin Perú, el señor Suárez decide jubilarse de su puesto de supervisor del Área de Artes Gráficas, luego de cuarenta y siete años de haber trabajado desarrollando su talento artístico en las distintas funciones que le tocó desempeñar.
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Ficha Biográfica:
Nombre completo: Apolonio Perfecto Suárez Miguel
Lugar de nacimiento: Morococha (provincia de Yauli, departamento de Junín)
Lugar de crianza: Ataura (provincia de Jauja, departamento de Junín)
Fecha de nacimiento: 18 de abril de 1927
Ocupaciones: Fotógrafo, dibujante, pintor, operador de cine
Lugar de trabajo: Ministerio de Fomento (Proyecto de irrigación de la margen izquierda del río Mantaro), Cerro de Pasco Cooper Corporation, Centromín Perú

domingo, 1 de marzo de 2009

Y, ¿por qué no ser sacerdote?


Hacia 1995, había cambiado de escuela y estaba por descubrir un mundo completamente distinto de desestructuración de lo que había conocido como educación fiscalizada regentada por la empresa Centromín Perú, pero ese es otro cantar que, probablemente, será abordado en otro post. Vuelvo al tema inicial; este año comenzaría mi lectura de un libro que contenía relatos sobre San Francisco de Asís. Estas narraciones se llaman "Florecillas de San Francisco" y resultaban bastante entretenidas e instructivas.

Un día en el que vagaba por mi nueva escuela a la hora del recreo, dos compañeros del salón (quienes se llamaban John y Zila) me hablaron sobre asistir a un grupo de lectura donde había otros niños. El grupo se llamaba NINFRA. Me imagino que ustedes se preguntarán: "¿Y qué es eso?" Pues, bien, significa "niños franciscanos". Yo encantado acepté, porque eran días en los que me sentía llamado a ser alguien importante dentro de la Iglesia Católica y por otra razón más de fondo: mis papás habían pertenecido a la Orden Franciscana Seglar (la famosa 3ra orden franciscana); para los neófitos en estos temas, la orden de tipo laico y no religioso. Recuerdo con claridad los días en los que a mis 3 o 4 años había ido con mis papás todos los viernes a esa especie de pequeña casita ubicada en el tercer piso de las oficinas pastorales de lo que, hoy en día, es el templo Inmaculada Concepción de La Oroya Antigua. Si no me equivoco, tenía dos ambientes principales, un pequeño baño y un patio-balcón. Las reuniones se realizaban en el primer ambiente en el cual había una estatua de San Francisco y una pizarra con la cual se realizaban algunas explicaciones. Además, había una mesa casi pegada a la pared en la que estaba la pizarra y alrededor de ella estaban colocadas bancas alargadas de madera como las que uno puede encontrar en los puestos de comida de las esquinas. Mis memorias solo almacenan los rezos y los rostros de algunas de las personas que iban a las reuniones: el señor Esteban, el señor Carlos Romero, la señora Celina, la señorita Panchita, etc. Lo mejor, como es cuando uno es niño, era al final, porque en esa calle que se llama la "calle Tarma" había una pollería que tuvo éxito durante un tiempo y a la cual me gustaba mucho ir: la pollería "El Cortijo" (pero bien que me desvío y no ataco el punto principal).

Para el año 1995, yo ya tenía 10 años y bastante tiempo había pasado desde aquellas reuniones. Decidí ir ya como integrante del grupo de niños. La dinámica no era muy distinta a lo que recordaba que pasaba con los mayores. Leíamos un texto y reflexionábamos sobre este; era sobre la vida de San Francisco y también leíamos la Biblia. Como era de esperarse, también rezábamos. Fueron pocas reuniones, porque, por una "chiquillada", el grupo se fragmentó; bueno, era entendible, pues aún éramos niños. Sin embargo, este tiempo fue suficiente para que conocieran de mi existencia los de JUFRA, que era la "juventud franciscana", un grupo intermedio entre NINFRA y la Orden Seglar. No recuerdo cómo llegaron a saber que yo sabía bastante de la vida del santo que nos había reunido a todos ahí; el caso es que lo supieron y fui invitado a una especie de reunión-concurso de las distintas JUFRAs del valle del Mantaro. Dicho encuentro se realizó en Ocopa y yo fui por dos motivos: recitar "Los motivos del lobo" de Rubén Darío en una de las presentaciones (objetivo que no se cumplió) y participar en el concurso sobre la vida de San Francisco (este objetivo sí se cumplió).

Estuvimos varios días en Ocopa; de esa estadía, saldría lo que para todos fue mi primera declaración amorosa, aunque lo único que hice yo fue decirle a la chica cómo se le declararía un chico, pero nadie me creyó; en fin, allá ellos por creer que me iba a declarar a una chica que hasta donde recuerdo me llevaba cuatro o cinco años; hace unos días me enteré que se dedica a la Optometría y que le va muy bien con eso; pero, bueno, otra vez me desvío y ustedes disculparán por tanta ramificación. En el penúltimo día, en la noche, se realizó el dichoso concurso. Mi ingenuidad me había hecho creer al principio que íbamos a dar un examen o algo así; mi desengaño hizo que me diera cuenta de que este concurso de conocimientos iba a ser muy parecido a los concursos de lecturas literarias de la USE Centromín Perú (de los cuales trataré en otro post). Es decir, nos colocaron a los dos representantes de cada JUFRA en una mesa y todas las mesas formaban un semicírculo; al centro, estaban los padres franciscanos quienes eran los que actuaban de jurados (no recuerdo cómo nos tocaban las preguntas; tampoco me exijan tanto pues). Al frente, estaba el público en el que estaban todos los que habían venido de las distintas JUFRAS y las chicas de Saño (que también eran de una JUFRA y hasta donde recuerdo eran simpáticas). Obviamente, yo era el menor de todos: un chibolo de 10 años compitiendo con gente de 14 hasta 25 años. Evidentemente, no me esperaba toda esa parafernalia y ese roche (porque de alguna manera lo era, debía extrañar a la gente que un chibolo como yo estuviese metido ahí). Las cosas resultaron más o menos; quedamos terceros entre 6 o 7 JUFRAs, algo que no estaba del todo mal, pero que tampoco estaba del todo bien.

Esa competencia y el tiempo que pude ver a los frailes y sacerdotes me hicieron pensar en la vocación sacerdotal, aunque más quería ser fraile que sacerdote (cuestiones técnicas del argot católico). Durante algún tiempo, la idea anduvo rondando por mi cabeza hasta que me gustó una chica y la idea se fue al tacho, pero eso solo sucedería casi un año y medio después. Me había llamado la atención la forma de vida de los franciscanos; muchos años después también me llamaría la atención el carisma de los salesianos (aunque nunca se lo dije a ninguno de mis compañeros del colegio Salesiano, porque no sentía que era una vocación tan fuerte); más adelante, volvería a pensar en el asunto cuando ya comenzaba en Lingüística y me comenzaba a interesar el lineamiento humanista de los jesuitas; hace poco la idea volvió aunque no he evaluado todavía con cuánta fuerza. Sin embargo, todo eso ya es agua de otro molino, pues solo me quería referir a lo de los franciscanos.

Dicho sea de paso, el local al que aludí les ha sido quitado a los integrantes de la orden por el párroco de turno, para uso de la parroquia; sin embargo, son años y años en los que la tercera orden franciscana ha estado ahí; esperemos que lo puedan volver a usar.