viernes, 24 de julio de 2009

El examen USE - Centromín Perú

Una mañana fría del año 1996, tomé los dos lapiceros, los dos lápices, el borrador y el tajador que tan cuidadosamente había preparado el día anterior. No llevaba cosas (sin mochila para ser más específicos); era un alivio no tener que cargar con la pesada mochila. Ibamos a dar el examen en otro colegio y recuerdo que nos dijeron que teníamos que ir bien uniformados. Era un día especial todos los alumnos de las escuelas y colegios fiscalizados que dependían de la USE Centromín Perú: ibamos a ser evaluados. Eran pruebas medirían lo que habíamos aprendido a nivel de salones. De este modo, se podía hacer un diagnóstico de lo que los profesores estaban enseñando y de las políticas educativas institucionales. No era la primera vez que nos enfrentábamos con este reto; la primera ocasión había sido dos años antes y es ahí donde comienza esta historia.

A finales de 1993, todavía yo estudiaba en el Colegio Fiscalizado 31750 "José Andrés Rázuri". Como ya dije en un post anterior, estaba lejos de imaginar que, en un año, iba a protagonizar uno de los eventos que ejemplifican claramente cómo La Oroya es la cuna de todos aquellos que podemos entender al Modernismo y al Vanguardismo, porque hemos vivido la modernidad en la desestructuración de lo que fue y ya no volverá (el Moses de la Nueva York de inicios de siglo ahora era el Estado peruano, Centromín y lo ha seguido siendo Doe Run). Es decir, 14 meses después clausuraron mi colegio y, con los años, comenzaron a destruir los recuerdos de mi niñez a través de la demolición de su infraestructura. Poco antes de este lamentable hecho, dimos el segundo examen USE que pasábamos en nuestra corta vida escolar. El primero no había sido bueno; los resultados distaron de ser espectaculares. Sin embargo, el segundo se presentaba como un examen prometedor. Por alguna razón, dar esa prueba resultaba todo un reto, pues era la hora de competir con las otras cuatro escuelas de La Oroya; además, nos medíamos con las escuelas de otras ciudades en las que la empresa tenía centros laborales de algún tipo: Andaychagua, Casapalca, Cerro de Pasco, Cobriza, Morococha, San Cristóbal, Yauricocha (todos estos colegios eran para hijos de empleados y obreros de la empresa). Inclusive, en aquel año, Mayupampa, que era para los hijos de trabajadores que habían pasado por una formación universitaria (por lo tanto, donde estudiaban los hijos de los gerentes y jefes de la empresa), también dio la evaluación. Es necesario especificar que era un concurso para los alumnos, mientras que para los adultos no lo era. Es más ni siquiera para mí representó eso hasta que, un día, en el bus que nos llevaba todos los días a la escuela, uno de sexto nos dijo: "¡Ustedes han quedado en el primer de lugar de la evaluación!" Mi respuesta natural fue preguntar qué significaba eso, es decir, a quiénes les habíamos ganado. El chico, con la paciencia que hay que tenerle a un chico menor, me explicó lo mismo que he colocado líneas más arriba. De pronto, la revelación y la magnitud de la victoria me hizo sentir unos de los mayores orgullos que he sentido en mi vida. A nivel de sección (en nuestro colegio, había solo un salón, pero, en otros, se competía inclusive entre salones del mismo colegio), éramos los mejores. Ese día la profesora Chabuca esbozó una sonrisa y nos felicitó por el mejor promedio obtenido en una prueba a nivel de todo el sistema educativo de Centromín; le habíamos ganado inclusive al mismo Mayupampa, colegio del que siempre se esperaban grandes logros y que, en los siguientes años, no participaría por recomendaciones psicológicas (razones que, de niño, siempre me parecieron pretextos para que no les ocurra algo como lo que ocurrió con mi salón).

Años después, a días de terminar la primaria en la Escuela Fiscalizada 31789 "Miguel Grau" (escuela a la que había sido transferido mi salón en su totalidad), estaba sentado en un aula en la que estaba la mitad de mis compañeros, pues, para evitar el plagio, la otra mitad resolvía el examen en otro salón. Eran pruebas tipo admisión, porque los controladores solo recogían las hojas de respuestas (mi experiencia con estas en evaluaciones estandarizadas data de 3ro de primaria). Uno se podía llevar la prueba y podía comparar las respuestas con los demás al final. Hasta donde recuerdo, cuando uno terminaba, podía salir del salón, pero, tal vez, la memoria me falla. Salí confiado; sabía que, en la primera mitad del año, no habíamos rendido tan bien, pero que, a manera de despedida, podíamos repetir el plato de tres años atrás. Todos sabíamos que estábamos bien preparados para intentar tener el mejor promedio a nivel de La Oroya y de todos los campamentos.

Llegó el fin de año y nadie nos dio noticia de nada; no recuerdo mi última clase ni los últimos momentos previos a la fiesta de promoción, pero no hubo mención a la dichosa prueba. Como grupo, otra vez nos invadió la sensación de no haber logrado lo que tanto habíamos anhelado; sin embargo, el día de la fiesta de promoción, cuando por última vez estuvimos en una actividad extracurricular todos juntos, el subdirector dijo la frase que, durante toda mi vida, he recordado por ser la última victoria lograda entre todos: "y, en esta evaluación, logran el primer puesto a nivel de todo el sistema educativo de Centromín Perú, repitiendo lo alcanzando tres años antes". La Drôle de guerre de mi vida académica tocaba a su fin.