El año 1991 hice "vacaciones útiles" en un colegio de La Oroya (lugar donde nací) que se llama Mayupampa (ahí estudiaban y todavía estudian los hijos de los ingenieros que trabajaban en la empresa Centromín o lo que es ahora la empresa Doe Run). Recuerdo que no me gustaba la clase de karate, lo cual, tal vez, es una muestra de la persona pacífica que soy hasta el día de hoy. Un día, por una feliz coincidencia, me llevaron a otra escuela a tomar clases por un día y yo muy contento fui, porque coincidía con el día que tenía karate. Lo que me pareció extraño es que a esa escuela habíamos ido un montón de niños y nos estaban haciendo esperar. Bueno, por alguna extraña razón, mis papás me sacaron antes de entrar a algún salón, pero en la tarde volvimos, lo cual me pareció más extraño todavía. Al final, después de deambular por esa escuela y de haber visto a mis padres preguntar no se qué, me llevaron a esperar junto a unos niños en la puerta de un salón; recuerdo que leyeron una lista y me nombraban ahí; vi salir a otros niños y me indicaron que entrara. Recuerdo que el salón estaba a media luz (de repente mis recuerdos fallan, pero eso es lo que recuerdo). Me señalaron una carpeta donde debía sentarme y donde debía esperar. Al rato, vino una persona que me hizo hacer unos "ejercicios" que a mi me parecieron de lo más naturales y sencillos, porque eran parecidos a los que había hecho en el jardín y en algunos libros de aprestamiento que tenía en la casa. Cuando terminé, me dijeron que podía salir. Mi recuerdo solo llega hasta al momento en que les dije a mis papás que habían sido sencillos los ejercicios. Tal vez, me sorprendí de que todo acabara tan rápido y de que no haya un profesor que nos enseñara algo.
Vista del colegio 31750 J.A.Rázuri cuando todavía funcionaba ahí el colegio "Mayupampa"
La siguiente parte de la historia me la contó posteriormente mi mamá; creo que me la contó unos cuatro o cinco años después. A los tres días, una amiga que trabajaba en el IPPS le avisó que yo estaba en la lista de ingresantes al 'Rázuri'. Sí, aquello había sido una prueba de ingreso y yo me enteré mucho tiempo después. Empezaba mi vida en el Colegio Fiscalizado Nro. 31750 "José Andrés Rázuri". No recuerdo mucho el primer grado; solo tengo vagos recuerdos de que me enfrentaba a un niño bravucón que creo se llamaba Roberto. Obviamente, yo llevaba las de perder porque nunca me había peleado y no tenía fuerza. Recuerdo también que el brigadier, que fue mi compañero años más tarde en otra escuela y en otro colegio, tenía una regla con la que golpeaba al que se movía. Sin embargo, no todos son recuerdos de ese tipo. También me acuerdo que el profesor Alfredo Miranda era muy paciente. Ese año aprendí por fin a leer; aunque ya sabía varias de las letras del alfabeto, no sabía cómo conectarlas hasta ese año. También recuerdo una conversación con una niña llamada Diana (ese fue el único año que fue mi compañera y, con el tiempo, me encontré con ella en la universidad); en dicha conversación, ella me decía que yo si a mi me gustaba podía ser escribidor, que si me gustaba pintar podía ser pintor, que si me gustaba cantar podía ser cantor; gracias a mi papá he podido más o menos acordarme de eso, porque dio la casualidad que ese día me vino a buscar y la escuchó diciéndome eso en el camino que llevaba de la escuela al edificio Sesquicentenario.
Estuve en esa escuela tres años más; no recuerdo cuándo exactamente llegó la mochila de auto; lo que sí me queda claro es que en el paso de primero a segundo cambié mi lonchera de Alf por una lonchera que no tenía figuras y a la que le puse stickers de Snoopy, porque alguien me los regaló. En dicha temporada también me mudé de Marcavalle a Sudete, lo cual implicaba un cambio de bus escolar. No tomábamos el bus porque éramos unos burgueses a los que no les gustaba ir en micro, sino porque nuestra escuela quedaba lejos y no había forma de acceder, sino con carros particulares que nos llevarán hasta Amachay, que es la zona donde estaba ubicada mi escuela. Cuando me mude a Sudete, los de la fila del bus (nos colocábamos en una fila por grados para esperar el bus) me decían que yo era el estudiante motorizado y hacían sonidos como de motor cuando me veían con la mochila de auto; no sé dónde estará; sin embargo, me hubiera gustado tomarle una foto para colgarla en este post.
Cuando estaba en cuarto grado, ya no usaba lonchera desde tercero y me había mudado otra vez a Marcavalle; no imaginaba que iba a ser el último año que iba a estar en esa escuela-colegio (por las mañanas era escuela: primaria; por las tardes, colegio: secundaria). Era el segundo año que me enseñaba la profesora Isabel Antúnez de Mayolo a quien de cariño llamábamos profesora Chabuca; ella era la esposa del ingeniero Carrascal que llegó a ser gerente central de operaciones de Centromín Perú; una vez me llevó a la entrada de su casa para entregarme un recado para mi papá que fue presidente de la mesa directiva de padres cuando estuve en 3ro y me quedé sorprendido del auto en que me llevó y de la casa donde vivía. Ella nos enseñó quién era Javier Pérez de Cuéllar y, por primera vez (pocas veces sucedió eso en toda mi vida escolar), escuché a alguien criticar a Fujimori, lo cual me pareció bien porque llevaba ya dos años discutiendo con mis compañeros sobre la manera de gobernar de Fujimori; en esos tiempos, era uno de los pocos que estaba contra su gobierno (ya de chibolo metiéndome en esa ensalada llamada política). Ella fue la primera profesora que me preguntó que libro leía mientras los demás jugaban (era 'Mi planta de naranja-lima'). Con ella, leímos 'El principito' completo en los últimos días de aquel cuarto grado. Ya lo había leído, pero, por alguna razón, disfruté mucho leerlo en esos días junto con mis compañeros; es posible que en esos últimos días sintiera como una premonición de lo que iba a suceder. Fueron días tristes; sabíamos que la profesora se iba de La Oroya. Le hicimos una despedida en la que, por lo mucho que me conocía, me recordó que debía comer todas las verduras y bailamos una danza, pero sin disfraces.
En el verano de 1995, por el proceso de privatización de Centromín Perú, proceso generado por el ya dictador de entonces (recuérdese que el 5 de abril fue en 1992), me enteré que la USE de Centromín había decidido cerrar mi escuela-colegio y que todos íbamos a pasar a la Escuela Fiscalizada Nro. 31789 "Miguel Grau" y ahí comenzó el principio del fin, lo que había sido una especie de "primavera de Praga" de mi vida escolar estaba tocando a su fin.