domingo, 1 de marzo de 2009

Y, ¿por qué no ser sacerdote?


Hacia 1995, había cambiado de escuela y estaba por descubrir un mundo completamente distinto de desestructuración de lo que había conocido como educación fiscalizada regentada por la empresa Centromín Perú, pero ese es otro cantar que, probablemente, será abordado en otro post. Vuelvo al tema inicial; este año comenzaría mi lectura de un libro que contenía relatos sobre San Francisco de Asís. Estas narraciones se llaman "Florecillas de San Francisco" y resultaban bastante entretenidas e instructivas.

Un día en el que vagaba por mi nueva escuela a la hora del recreo, dos compañeros del salón (quienes se llamaban John y Zila) me hablaron sobre asistir a un grupo de lectura donde había otros niños. El grupo se llamaba NINFRA. Me imagino que ustedes se preguntarán: "¿Y qué es eso?" Pues, bien, significa "niños franciscanos". Yo encantado acepté, porque eran días en los que me sentía llamado a ser alguien importante dentro de la Iglesia Católica y por otra razón más de fondo: mis papás habían pertenecido a la Orden Franciscana Seglar (la famosa 3ra orden franciscana); para los neófitos en estos temas, la orden de tipo laico y no religioso. Recuerdo con claridad los días en los que a mis 3 o 4 años había ido con mis papás todos los viernes a esa especie de pequeña casita ubicada en el tercer piso de las oficinas pastorales de lo que, hoy en día, es el templo Inmaculada Concepción de La Oroya Antigua. Si no me equivoco, tenía dos ambientes principales, un pequeño baño y un patio-balcón. Las reuniones se realizaban en el primer ambiente en el cual había una estatua de San Francisco y una pizarra con la cual se realizaban algunas explicaciones. Además, había una mesa casi pegada a la pared en la que estaba la pizarra y alrededor de ella estaban colocadas bancas alargadas de madera como las que uno puede encontrar en los puestos de comida de las esquinas. Mis memorias solo almacenan los rezos y los rostros de algunas de las personas que iban a las reuniones: el señor Esteban, el señor Carlos Romero, la señora Celina, la señorita Panchita, etc. Lo mejor, como es cuando uno es niño, era al final, porque en esa calle que se llama la "calle Tarma" había una pollería que tuvo éxito durante un tiempo y a la cual me gustaba mucho ir: la pollería "El Cortijo" (pero bien que me desvío y no ataco el punto principal).

Para el año 1995, yo ya tenía 10 años y bastante tiempo había pasado desde aquellas reuniones. Decidí ir ya como integrante del grupo de niños. La dinámica no era muy distinta a lo que recordaba que pasaba con los mayores. Leíamos un texto y reflexionábamos sobre este; era sobre la vida de San Francisco y también leíamos la Biblia. Como era de esperarse, también rezábamos. Fueron pocas reuniones, porque, por una "chiquillada", el grupo se fragmentó; bueno, era entendible, pues aún éramos niños. Sin embargo, este tiempo fue suficiente para que conocieran de mi existencia los de JUFRA, que era la "juventud franciscana", un grupo intermedio entre NINFRA y la Orden Seglar. No recuerdo cómo llegaron a saber que yo sabía bastante de la vida del santo que nos había reunido a todos ahí; el caso es que lo supieron y fui invitado a una especie de reunión-concurso de las distintas JUFRAs del valle del Mantaro. Dicho encuentro se realizó en Ocopa y yo fui por dos motivos: recitar "Los motivos del lobo" de Rubén Darío en una de las presentaciones (objetivo que no se cumplió) y participar en el concurso sobre la vida de San Francisco (este objetivo sí se cumplió).

Estuvimos varios días en Ocopa; de esa estadía, saldría lo que para todos fue mi primera declaración amorosa, aunque lo único que hice yo fue decirle a la chica cómo se le declararía un chico, pero nadie me creyó; en fin, allá ellos por creer que me iba a declarar a una chica que hasta donde recuerdo me llevaba cuatro o cinco años; hace unos días me enteré que se dedica a la Optometría y que le va muy bien con eso; pero, bueno, otra vez me desvío y ustedes disculparán por tanta ramificación. En el penúltimo día, en la noche, se realizó el dichoso concurso. Mi ingenuidad me había hecho creer al principio que íbamos a dar un examen o algo así; mi desengaño hizo que me diera cuenta de que este concurso de conocimientos iba a ser muy parecido a los concursos de lecturas literarias de la USE Centromín Perú (de los cuales trataré en otro post). Es decir, nos colocaron a los dos representantes de cada JUFRA en una mesa y todas las mesas formaban un semicírculo; al centro, estaban los padres franciscanos quienes eran los que actuaban de jurados (no recuerdo cómo nos tocaban las preguntas; tampoco me exijan tanto pues). Al frente, estaba el público en el que estaban todos los que habían venido de las distintas JUFRAS y las chicas de Saño (que también eran de una JUFRA y hasta donde recuerdo eran simpáticas). Obviamente, yo era el menor de todos: un chibolo de 10 años compitiendo con gente de 14 hasta 25 años. Evidentemente, no me esperaba toda esa parafernalia y ese roche (porque de alguna manera lo era, debía extrañar a la gente que un chibolo como yo estuviese metido ahí). Las cosas resultaron más o menos; quedamos terceros entre 6 o 7 JUFRAs, algo que no estaba del todo mal, pero que tampoco estaba del todo bien.

Esa competencia y el tiempo que pude ver a los frailes y sacerdotes me hicieron pensar en la vocación sacerdotal, aunque más quería ser fraile que sacerdote (cuestiones técnicas del argot católico). Durante algún tiempo, la idea anduvo rondando por mi cabeza hasta que me gustó una chica y la idea se fue al tacho, pero eso solo sucedería casi un año y medio después. Me había llamado la atención la forma de vida de los franciscanos; muchos años después también me llamaría la atención el carisma de los salesianos (aunque nunca se lo dije a ninguno de mis compañeros del colegio Salesiano, porque no sentía que era una vocación tan fuerte); más adelante, volvería a pensar en el asunto cuando ya comenzaba en Lingüística y me comenzaba a interesar el lineamiento humanista de los jesuitas; hace poco la idea volvió aunque no he evaluado todavía con cuánta fuerza. Sin embargo, todo eso ya es agua de otro molino, pues solo me quería referir a lo de los franciscanos.

Dicho sea de paso, el local al que aludí les ha sido quitado a los integrantes de la orden por el párroco de turno, para uso de la parroquia; sin embargo, son años y años en los que la tercera orden franciscana ha estado ahí; esperemos que lo puedan volver a usar.

3 comentarios:

  1. y qué es lo que viste en la vida de los frailes y sacerdotes que te hicieron pensar en la vocación sacerdotal? era una cuestión espiritual nada más?

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  2. Creo que las lecturas y la forma de vida tan apacible y dedicada a hacer el bien me pareció genial; no sé si el estatus también; por lo menos, lo primero sí era con seguridad; sobre los otro, no he pensado mucho.

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  3. Estimado Geraldo,
    Soy arquitecto y me interesa mucho la presencia del Edificio Sesquicentenario.
    Sabes donde podria conseguir mas informacion acerca del origen de esta torre? O que tipo de funcion tiene (residencial, oficina)?
    Te lo agradeceria bastante.
    Francisco

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